Una despedida multitudinaria en Barcelona
El 27 de diciembre de 1933, la Casa dels Canonges se convirtió en el escenario de uno de los funerales más impresionantes de la historia catalana. A las 12:00 horas, el cortejo fúnebre del presidente Francesc Macià emprendió su camino, superando a la oposición del obispo Irurita, que inicialmente se negaba a oficiar la misa. Por último, el cardenal Vidal i Barraquer aseguró que el funeral tuviera la solemnidad que merecía.
El impacto de la convocatoria
Millones de ciudadanos convergieron en Barcelona en honor al presidente, con medios de transporte que llegaban desde cada rincón del país. Las cifras son abrumadoras: durante el recorrido hacia el cementerio de Montjuïc, se reunieron alrededor de un millón de personas, una cifra que representaba un 36% de la población catalana. La prensa de la época resaltó el impacto de esta manifestación de luto, un evento sin precedentes.
Una unidad que escondía tensiones
La magnitud de esta congregación de luto ponía de manifiesto la figura mítica de Macià, reconocido por su contribución al restablecimiento del autogobierno de Catalunya. Sin embargo, bajo esta capa de unidad, se esparcían tensiones que se iban acumulando en la estructura política del país.
Las consecuencias de su muerte
La ausencia del presidente Macià dejaba un vacío que pronto se haría oír. Según el reglamento de la Generalitat, el presidente del Parlament debería tomar el relevo, y así fue como Lluís Companys, un federalista, se hizo cargo del gobierno. Esto desató un cambio en las dinámicas de poder, con una progresiva marginación de los seguidores de Macià.
Un escenario político en tensión
La división interna del partido culminó en los Hechos del Seis de Octubre de 1934, un episodio marcado por el fallo estratégico de Companys, que intentó recuperar la proclamación de Macià en un momento de profunda crisis. Su decisión reveló una falta de coordinación con el sector independentista, que se veía empujado a la clandestinidad.
Afrontando la guerra civil
Con el estallido de la Guerra Civil, Companys cometió un segundo error al formar el Comité de Milicias Antifascistas, excluyendo a los independentistas de su estructura. Esto resultó en una situación caótica, con una falta de control que permitió que elementos radicales asumieran funciones de poder.
El último intento de salvamento
En noviembre de 1938, cuando las fuerzas franquistas se acercaban, algunos miembros de Estat Català propusieron una zona desmilitarizada para proteger a los refugiados republicanos. Sin embargo, Companys rechazaba esta iniciativa, creyendo que la República aún podía ganar. Esta decisión evidenció un distanciamiento de la visión pragmática de Macià.
La dualidad de Esquerra Republicana
Macià y Companys simbolizan dos visiones opuestas dentro de Esquerra Republicana, con ambos buscando un futuro de libertad pero con enfoques divergentes. Esta tensión ha perdurado a lo largo de la historia del partido, creando un escenario de conflicto interno que todavía resuena en la actualidad.
Una pregunta sin respuesta
La historia se pregunta si existe alguien capaz de liderar el país con la determinación necesaria para establecer un nuevo rumbo. La figura de Macià y su visión de Catalunya independent siguen siendo un referente, mientras que el legado de Companys nos recuerda las complejidades de un momento histórico que marcó un antes y un después.