Un viaje de 25 años en la lucha contra la deuda
Durante un cuarto de siglo, mi compromiso ha sido analizar y buscar alternativas a los desafíos de la deuda pública, centrándose en las naciones más vulnerables. Fue a fines de la década de 1990 que una conferencia de Arcadi Olivinos me abrió los ojos: los países en desarrollo del sur global regresaban más de seis veces lo que recibieron en la ayuda internacional. Esta situación se debió a la deuda extranjera que dificultaba el manejo de las emergencias de los alimentos e invertir en sectores fundamentales como la educación y la salud.
Testigos que ilustran la realidad de la deuda
Recuerdo una conversación con Victor Nzuzi, un educador y activista del Congo, que compartió la paradoja de su pueblo: mientras se construyó una imponente presa hidroeléctrica para suministrar minas, su comunidad permaneció sin electricidad, y él mismo no recibió salario debido a la deuda derivada de esta infraestructura. Una deuda que refleja un sistema desigual, la herencia de la esclavitud colonial y beneficia a algunos a expensas del pozo de millones.
Las consecuencias de la deuda masiva
Entre los años ochenta y 2000, esta carga de deuda obligó a millones a abandonar sus hogares, especialmente en África, Asia y América Latina. Esa ola migratoria incluía a muchas personas que buscaban una vida mejor, huyendo de las crisis económicas generadas por deudas insostenibles.
Un momento de movilización histórica
El 12 de marzo de 2000, miles de ciudadanos se movilizaron en torno a las colegios electorales, especialmente en Cataluña, en lo que se conocería como la Red de Ciudadanos para la abolición de la deuda extranjera. Más de 20,000 voluntarios trabajaron incansablemente para organizar una consulta popular sobre la cancelación de la deuda de los países más empobrecidos. A pesar de haber sido prohibido dos semanas antes de su celebración, la consulta resultó en un acto masivo de desobediencia civil.
El impacto de 2000 movilizaciones
Esta consulta atrajo la atención de más de medio millón de votantes en Cataluña y un millón en todo el estado, con una abrumadora mayoría a favor de la cancelación de la deuda. Este éxito contribuyó a una movilización global que culminó en la iniciativa de jubileo de 2000, haciendo que los países ricos, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional perdonen más de $ 130 mil millones.
La persistencia del problema
Ahora, veinticinco años después, nos enfrentamos a una nueva crisis de la deuda que afecta a las mismas naciones, especialmente en África, y amenazando con repetir los errores del pasado. Actualmente, 3.300 millones de personas viven en países que asignan más recursos para pagar intereses en la deuda que con la educación o la salud.
Las causas de la deuda actual
Aunque los gobiernos y las élites locales tienen responsabilidad, los acreedores, especialmente los privados, también han impuesto condiciones graves y altos intereses. La cancelación parcial de la deuda de 2000 no abordó las causas estructurales que la generaron.
Reflexiones sobre la nueva crisis de la deuda
Es esencial preocuparse por esta nueva ola de deuda, no solo en temas de justicia social, sino también porque los recursos que deberían financiar los servicios públicos y las acciones de cambio climático están en manos de los inversores que buscan beneficios rápidos.
Un año de jubileo: una oportunidad para cambiar
Con 2025 a la vista, se presenta una nueva oportunidad para la justicia económica. El Papa Francisco ha instado a los países ricos a perdonar deudas insostenibles, enfatizando que esto no es una cuestión de caridad, sino de justicia. Las organizaciones y los movimientos sociales se movilizan para solicitar la cancelación de la deuda y las reformas en el sistema financiero internacional.
El futuro que nos espera
A pesar de las circunstancias actuales, la coincidencia de un nuevo año de jubilación, un movimiento renovado por la justicia económica y la inminente Conferencia Internacional de Financiación de Desarrollo en Sevilla, abre una ventana de oportunidad que no podemos perder. Es un momento clave para reparar el curso de las políticas económicas globales y buscar soluciones sostenibles para problemas de deuda.
