La importancia de la confianza en el tejido social
La confianza es un elemento fundamental que apoya las democracias modernas. Esta relación de confiabilidad entre ciudadanos e instituciones es lo que permite que el capital social florezca, un recurso intangible esencial para el funcionamiento adecuado de la sociedad. Sin una base de confianza, las instituciones están amenazadas y los sumideros de cohesión social.
Datos alarmantes sobre la percepción pública
Un informe reciente de la Fundación BBVA, llamado ‘La confianza en España 2025’, revela una realidad preocupante: los ciudadanos han dado notas bajas a las instituciones políticas. En una escala de 0 a 10, los partidos políticos solo alcanzan 2.5, mientras que el gobierno y los parlamentos se encuentran en 3.5 y 3.8 respectivamente. Incluso los gobiernos regionales, que a menudo están más cerca de la ciudadanía, no llegan a 4.
Comparando con otras instituciones
Curiosamente, las instituciones que a menudo son criticadas, como el poder judicial, reciben una mejor evaluación, con las oraciones que superan los 6 puntos. En el paisaje profesional, los políticos están en la cola, con un 2.6, casi en el nivel de personas influyentes y YouTubers.
El creciente descontento
La desconfianza de las instituciones no es solo un fenómeno estadístico, sino que tiene consecuencias reales en la sociedad. Francis Fukuyama, un reconocido sociólogo, advierte que la falta de confianza conduce a una sociedad cínica, donde el populismo y las soluciones autoritarias ganan terreno. En España, los ciudadanos perciben a sus representantes no como soluciones, sino como parte del problema.
Una política desconectada de la realidad
A pesar del deterioro de la confianza, los políticos parecen ignorar la situación. Los debates se convierten en escenas de confrontación vacía, con insultos y descalificaciones que distorsionan el diálogo necesario. La vicepresidenta María Jesús Montero incluso cuestionó la presunción de inocencia, mientras que el presidente Pedro Sánchez atacó a las universidades privadas, aunque él mismo se benefició de ellas.
Cataluña: un ejemplo de frustración política
Cataluña ejemplifica perfectamente este desencanto. Un barómetro reciente del CEO revela que los partidos políticos solo obtuvieron un promedio de 3.1 puntos, con no votantes que dan una nota alarmante de 1.9. Incluso los votantes en los partidos gobernantes muestran descontento.
La crisis institucional y las consecuencias
El parlamento catalán, que debería ser el núcleo del gobierno autónomo, se percibe como desconectado. La propuesta de una comisión para sancionar ‘crímenes de odio’ sin la intervención judicial, presentada por varios partidos, ejemplifica la erosión de la democracia. Cuando las partes intentan definir los límites de la libertad de expresión, el sistema se transforma en autoritario.
La necesidad de un cambio real
La gran pregunta surge es: ¿puede haber una solución a esta crisis? Desafortunadamente, las perspectivas no son alentadoras. Las reformas políticas profundas parecen poco probables, ya que los intereses creados y complicados dominan la dinámica actual. Solo una respuesta ciudadana activa y consciente podría marcar el camino hacia una verdadera renovación democrática.
Sin embargo, actualmente parece que este impulso colectivo no es existente. La sociedad permanece dividida y resignada, observando cómo el sistema se está erosionando gradualmente, como un suicidio colectivo ejecutado lentamente.