Un cambio demográfico determinante
En Cataluña y en la sociedad occidental en general, se está viviendo un cambio demográfico de gran impacto, equiparable al cambio climático en su trascendencia.
La baja tasa de natalidad y la alta esperanza de vida han provocado una situación en la que no se produce el reemplazo generacional. Sin la inmigración, la población catalana disminuiría año tras año, puesto que sólo una pequeña proporción tiene raíces catalanas.
Actualmente, de los ocho millones de habitantes, sólo dos millones son de familia catalana, y si consideramos a todos los abuelos, esta cifra se reduce significativamente.
Es relevante destacar que casi la mitad de los bebés nacidos en España tienen la madre de nacionalidad extranjera, reflejando la importancia de la inmigración en el crecimiento de la población.
La diversidad como desafío
Esta realidad plantea retos significativos que es necesario abordar de manera responsable. Existe el riesgo de que la sociedad se fragmente en grupos étnicos, culturales o religiosos separados, generando tensiones y conflictos entre sí.
Es esencial trabajar para construir una sociedad cohesionada, donde se respeten las diversas culturas y costumbres, pero con fuertes lazos comunes fundamentados en valores como la democracia, la igualdad de oportunidades y la libertad, manteniendo un fuerte sentimiento de pertenencia a Cataluña.
Esta pertenencia puede coexistir con otras identidades y debe basarse en la valoración de la lengua y las tradiciones catalanas, que son dinámicas y pueden evolucionar incorporando nuevos elementos.
El compromiso de todos
El proceso demográfico en curso es inevitable y requiere una respuesta colectiva. Tanto las instituciones como cada individuo deben trabajar para alcanzar los objetivos establecidos y rechazar soluciones que fomenten la discriminación y estigmatización de los extranjeros.
