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La importancia de la sinceridad en la comunicación

by PREMIUM.CAT
un nen jove de peu en un camp amb una cita d'un llibre sobre ciència i tecnologia a la portada, Arent Arentsz, coherent, una foto d'estoc, incoherents

La sinceridad como valor fundamental

Todo empezó cuando mi hijo me preguntó cómo aprendí a ser sincera y yo le contesté que todo el mundo nace sincero, o así me gustaría pensar, pero con los años, según la educación que recibamos o según el entorno, algunos lo pierden.

La sinceridad es lo que todos queremos pero cuando el sincero habla, todos se ofenden. Son tiempos complejos para la sinceridad. Se hizo viral la frase de que «la sinceridad sin empatía es crueldad», pero también esto admite cuestionamientos. Hay personas a las que directamente no les gusta lo que escuchan y viven excusando. Primero será la forma, después el momento (inadecuado), más tarde el canal (si en persona, si por redes). Hay veces que no estamos listos para escuchar la verdad. Porque quizás no vemos la verdad objetivamente y nos afecta lo que dice lo contrario de lo que nosotros pensamos o sentimos. La opción actual poco me gusta: esta tendencia de la época a callar todo, para poner a la otra persona entre algodones.

La era del TAP y la pérdida de la espontaneidad

Pero si hurgamos más el momento actual, nos encontramos con la era del TAP. El oído se ha acostumbrado al bullicioso sonido… Las bocinas, motores y hablantes que compiten por su exclusividad. Se hace grito, carcajada burlón, griterío en frivolidad. Se conectan auriculares para desconectarse de lo que ocurre alrededor. Se acostumbra a las frases hechas, a las verdades impuestas, a los soberbios ya los asustados de la colectividad. Así, escapa de la espontaneidad atrapada en rutinas como fábricas de repetición. Se reiteran los oráculos y se vuelven fácilmente manipulables. De tanta euforia, pierde vitalidad y cada día necesita subir el volumen a expensas de desaparecer. El oído se va desacostumbrando a la nada. Llena los huecos acumulando residuos. Va olvidando escuchar el jilguero (su canto tan hipnotizador), grillos y ranas reclamando agua, el sonido del viento, o ahora tanto de la necesidad de caer la lluvia, o simplemente el silencio. No tolera la insurrección. Luego reniega a escuchar su propio grito, hasta que termina desconociendo su propia voz, incluso su latido.

Recuperando la sinceridad

Nos hemos ido olvidando de nosotros mismos y pretendemos convivir y dar lecciones a la gente. El oído se ha ido haciendo solitario en un cuerpo exigido y apretado. Se va perdiendo, cavilando hasta rechazar el diálogo. El rebaño va adaptándose los audífonos al dueño, denegando su sentido de ser parte de algo mayor. Nos apagamos y mientras tememos el llanto, aunque muera desafinado. Nos olvidamos de la ternura a la risa y fuimos a menos, cavando rumbos cargados de avaricia. Es que no quiere escucharse una verdad dolorosa y auténtica. Se pierden diálogos por olvidos consensuados.

Hasta que la explosión interna, en algún momento, enviará lejos el tapón. Allí estará, medio atolondrado y despertando. Llegará el momento de aceptar matices, por ahora va como oruga desprendida del viejo caparazón.

DIANA VALIMANYA es portavoz de Som per Gandesa.

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