Un escenario inusual: el petástico como metáfora
La Fundación Joan Brossa se ha convertido en un espacio único donde el arte y el deporte se derriten. En este entorno, una pista de péque diseñada especialmente para la ocasión alberga a cuatro artistas que, con bolas en la mano, se sumergen en un juego que va más allá del simple entretenimiento. El autor Ferran Dordal Lalueza, la compositora Clara Aguilar, la diseñadora de set Marc Salicrú y el actor Albert Pérez Hidalgo forman un cuarteto que ha dejado una impresión significativa en la escena contemporánea.
La disociación entre texto y acción
A diferencia de los trabajos anteriores como ‘Aurora’, que exploró el juego a través de la visión de los actores con discapacidad visual, esta propuesta profundiza la separación entre lo que se dice y lo que se hace. Como en los trabajos de El Conde de Torrefiel, aquí el texto no se limita a acompañar la acción, sino que se convierte en un elemento autónomo que desafía la narrativa convencional.
Una partida en temps real
En ‘Weltschmerz’, el trabajo se articula en torno a la dinámica del juego de Petanca, donde cada lanzamiento representa una nueva idea, un pensamiento que proviene de una reflexión previa. Por lo tanto, la audiencia está inmersa en un flujo de conciencia que se asemeja a la forma en que las ideas se mueven e entrelazan.
El contexto de la creación y la ironía del momento
El trabajo se desarrolló durante el confinamiento, un período que suspendió el tiempo y condujo a una reflexión colectiva sobre la vida. El Petanqu, con su ritornel lento y conversacional, actúa como un espejo de aquellos días desempleados. Albert Pérez Hidalgo, en una introducción llena de ironía, enfatiza que el texto que seguirá es un ‘texto de la cosecha’, que nos recuerda que la temporalidad influye en nuestra percepción de la realidad.
Un viaje a través de preocupaciones contemporáneas
El trabajo no solo se centra en la mecánica del juego, sino que también aborda temas como la competencia en el mundo artístico, la fragilidad de las relaciones humanas y la influencia de los algoritmos en nuestras vidas. Dordal, con un estilo directo y personal, nos invita a reflexionar sobre nuestras propias experiencias y vulnerabilidades.
Un pensamiento que fluye como el juego
El discurso se presenta como un laberinto de pensamientos que se desarrollan naturalmente, a medida que las bolas de péque se mueven en el escenario. Las ideas se relacionan, entrelazan y nos llevan a una introspección sobre los «males de nuestro tiempo», como si cada reflejo fuera un lanzamiento cuidadoso hacia la comprensión.
Una experiencia escénica que desafía las expectativas
A medida que avanza el trabajo, los momentos de concentración de los jugadores están intercalados con acciones del diseñador de set, que ajusta el espacio, proporcionando una dimensión metatheatral que recuerda a la audiencia que el arte es un proceso de vida. Por lo tanto, la escena se transforma en una invitación para detenerse y contemplar, para participar en un diálogo con el que se presenta.
Un fin abierto a la reflexión
Con un cierre que nos hace cuestionar la relevancia del término ‘Weltschmerz’, el trabajo nos deja con un sentimiento de curiosidad e inquietud. En un mundo lleno de contradicciones, Dordal nos recuerda que el caos puede ser nuestro aliado si aprendemos a lidiar con eso. Petanca, entonces, no es solo un juego, sino una metáfora de la vida misma, un espacio para explorar la complejidad de la existencia humana.