Una experiencia musical única
El reciente concierto de la temporada Ibercámara, que tuvo lugar en el Auditori el pasado 21 de mayo, fue una experiencia musical inolvidable. En esta ocasión, tuvimos la oportunidad de gozar de la Orquesta Nacional de Francia, bajo la dirección de Cristian Măcelaru, acompañada por el pianista de renombre Alexandre Kantorow. El programa del concierto incluyó el segundo concierto de Chopin, así como otras piezas musicales de gran belleza.
La magia de la música de Chopin
Alexandre Kantorow, un talentoso pianista francés, cautivó a la audiencia con su interpretación del Concierto para piano núm. 2 en fa menor de Chopin. Con una técnica impresionante y una gran sensibilidad, Kantorow abordó con facilidad esta compleja obra, demostrando su destreza y precisión en cada nota. Su sonido generoso y rico en matices conquistó los oídos del público, aunque en algunos momentos se echó de menos una profundidad expresiva más intensa. Sin embargo, el movimiento Larghetto fue lírico y bello, aunque quizá le faltó una dosis de incisión para conseguir una magia romántica completa.
Una virtuositat deslumbrant
El Alegro vivace, el movimiento final del concierto, fue una auténtica exhibición de virtuosismo por parte de Kantorow. Con una ejecución precisa y una velocidad vertiginosa, dominó las escaleras ascendentes y descendientes con gran destreza. La orquesta, pese a tener un papel destacado, no logró una total complicidad con el solista, aunque ofreció una interpretación correcta.
La magia de Romeo y Julieta
La segunda parte del concierto fue una experiencia mágica con la interpretación de las suites del ballet Romeo y Julieta de Prokófiev. Bajo la batuta de Măcelaru, la orquesta creó un tapiz de colores con cada instrumento, transportándonos al universo de la historia de amor más famosa de todos los tiempos. El viento, especialmente la madera, destacó por su expresividad y delicadeza. La sección de cuerda, con un sonido ágil y brillante, aportó gran intensidad en los momentos más líricos. La música habló por sí sola, transmitiendo toda la emoción y la pasión de la historia de Verona.
Un final apoteósico
Ante la ovación del público, Măcelaru dirigió a la orquesta en una interpretación magistral de la Bacanal de Samson et Dalila. Con una habilidad estupenda, creó un ambiente oriental lleno de misterio y sensualidad. El sonido de la orquesta llenó la sala, transportándonos a un mundo de pasiones y emociones.