Un recorrido urbano: entre las ramblas y la carretera

Descubriendo la ciudad

Cuando llegamos a la madurez, es esencial moverse. Las dulzuras de la vida y la monotonía son razones válidas. En una pequeña localidad, desayunar frutos secos. En la gran ciudad, el transporte público puede aliviar el gafe. Mi trayecto se despliega entre dos ejes: las ramblas y la carretera. Asciento por Ciscu Sáez hasta el ambulatorio. Me paseo por las ramblas y descenso por Laureà Miró. Al llegar a la calle dels Arbres, de vez en cuando, entro en Falguera. Entonces, recorro el Pasaje Carnicero, San José, Rupert Lladó y, por Monturiol, vuelvo hacia la carretera. Luego, tomo el Pasaje del Aluminio hasta General Delgado. Por último, sigo por el Camino viejo del Cementerio. Todo esto me toma una hora y cuarto si voy con calma. Obviamente, el recorrido puede verse alterado por las torturas de las obras, a menudo desviándome. Esta mañana, por ejemplo, con la vela cortina de Ca l’Escala, la zapatería principal de la población. Detrás había una escala de dimensiones considerables, que me generan ansiedad. Especialmente si hay alguien arriba, me entiende, ¿verdad? Así pues, he trastabillado, sin embargo, afortunadamente, sin consecuencias graves. Sin embargo, me molesta la ligereza con la que se enfrentan y las dejan sin acompañamiento. En resumen, el recorrido por el Sucre requiere un cuerpo que no se mueva demasiado. Sin embargo, pandemias y caídas agravan la movilidad. Han pasado cuatro años largos y pesados. El soterramiento sigue desfigurando la ciudad. Una curiosidad, los caracoles se esconden con mayor dificultad.

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