Un comienzo inesperado
La magia de un concierto puede surgir de las fuentes más inesperadas. En esta ocasión, la propuesta de Sínlvia Lanao, titulada Agua, nos transportó desde las profundidades del mar hasta las olas que se rompen en la costa. La primera impresión que tuve fue estar rodeada de las voces de los delfines y las sirenas, creando una atmósfera única.
Proyecto de estreno mundial y comunidad
La pieza, encargada por el auditorio, marcó el comienzo del concierto del 16 de mayo dentro del programa CANTA con el OBC. Esta iniciativa permite a los cantantes de aficionados compartir el escenario con el coro Cantiga y la Orquesta Sinfónica Nacional de Barcelona y National de Cataluña, fomentando una experiencia musical inclusiva y vibrante.
Una oda al agua
La composición de Lanao, rica en matices, evoca tanto la belleza como la tragedia del agua, recordándonos su esencialidad para la vida. La combinación de voces e instrumentos crea una verdadera celebración que refleja su importancia y la necesidad de valorarlo antes de que sea demasiado tarde.
Un concierto lleno de momentos increíbles
Después de este poderoso trabajo, el concierto continuó con el celo y el concierto de orquesta n. 1 de Dmitri Shostakovich y la monumental suite sinfónica de Schéhérazade de Nikolai Rimski-Korsakov. La transición entre las piezas requirió un ajuste en el escenario, con más de 150 cantantes en orden, lo que aumentó la expectativa entre el público.
El impacto del solista
Zlatomir Fung, el joven solista, enfrentó el desafío con una concentración admirable, a pesar de los inconvenientes de una audiencia afectada por la tos. Su actuación fue un espectáculo en sí mismo; Sus dedos parecían bailar en las cuerdas de violonchelo, especialmente durante la complicada cadenza, que dejó a todos asombrados.
Una experiencia musical inolvidable
La espera entre las dos grandes obras fue corta gracias al brillo del OBC y la dirección de Marta Gardolińska, quien dirigió la orquesta con una mano como maestra. Su habilidad para fluir la música y la narrativa de Schéhérazade hizo que la audiencia se sumergiera en un universo de sonido cautivador.
El poder de la complicidad
La energía entre los instrumentalistas, especialmente los percusionistas, era palpable. Cada vez que intervinieron, lo hicieron con precisión y pasión que parecía trascender la música misma. Mientras escribo estas líneas, no puedo evitar pensar en las historias que podrían imaginarse, paralelas a las narrativas de la princesa, pero siempre en armonía con la música.
Un fin que evoca el comienzo
Conciertos como este nos recuerdan que la música puede sorprendernos, incluso en sus formas más conocidas. El agua y la Schéhérazade no solo fueron actuaciones memorables, sino también un viaje que nos transportó a lugares lejanos, dejando una impronta profunda en los asistentes.