El Juicio de Jesús: Irregularidades y Condena

Un Proceso Marcadamente Irregular

Jesús fue condenado porque se había reconocido a Hijo de Dios y, en concreto, como el Mesías, el esperado por el pueblo de Israel para liberar a los judíos. Todo el proceso, ocurrido entre los años 30 y 33 de nuestra era, estuvo viciado de irregularidades que deberían haber comportado la anulación del juicio, pero es sabido que esto no ocurrió.

El Sanedrín y la Controversia

En primer lugar, Jesús fue llevado ante el Sanedrín de Judea, Consejo Supremo que dirimía cuestiones civiles, penales y religiosas bajo la interpretación del Talmud, y máxima instancia judicial judía que, aunque podía establecer una condena a muerte, carecía de competencia para ejecutarla, porque esto estaba reservado al gobernador romano. Es decir, in illo tempore ya existía cierta división de poderes, aunque con mayor protagonismo del ejecutivo.

La Declaración de Jesús y la Sentencia

El proceso estaba sometido a cierta contradicción, porque al reo se le preguntaba sobre los cargos por los que se le acusaba y no estaba obligado a confesarse culpable, pero Jesús declaró en su contra cuando, a la pregunta de Caifás sobre si Él era el Rey de los judíos, respondió: “Tú lo has dicho.” Esta respuesta podía comportar, por blasfemo, una condena a muerte por lapidación, pero no mediante la crucifixión, reservada a los reos que hubiesen cometido delitos contra el poder de Roma. Sabido es que no se tuvo en cuenta esa circunstancia.

La Decisión de Pilato

Pilato podía haber indultado a Jesús, porque ostentaba ese poder, pero Caifás lo puso contra las cuerdas, dejando caer que alguien que se proclamaba Rey estaba también poniendo en duda el poder del César, y nada peor para un funcionario de Roma que ser sospechoso de dejadez frente a tal hecho.

La Condena y la Crucifixión

Podríamos decir, pues, que Jesús realmente fue condenado por cuestiones religiosas y también políticas, y que se produjo como una especie de tormenta perfecta, entre el temor del Sanedrín, que veía peligrar su poder, y el desasosiego del gobernador Pilato ante de los desórdenes públicos que podían producirse en una provincia complicada y además en tiempo de Pascua.

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