La magia de los dietarios: una ventana a la vida cotidiana

23 de febrero

Me encanta leer dietarios porque me permiten vivir la vida de otra persona. Los buenos dietarios generan cierta fascinación, una dulce adicción que te transporta a otras realidades sin tener que salir de casa. No es una adicción en el sentido negativo, sino una conexión íntima con las experiencias y emociones de otro ser humano. Es como estar cómodamente apoyado en el sofá, envuelto en una manta, mientras descubres las vivencias de otras personas a través de sus palabras. Un dietario te permite entrar en la mente y el corazón del autor, conocer sus pensamientos más profundos y sus reflexiones sobre la vida cotidiana.

24 de febrero

Hace siete años, tomé una decisión importante en mi vida: empezar a escribir todas las mañanas en lugar de ir al gimnasio. Quería empezar el día con claridad mental, como los taxistas que ya saben todo lo que ocurre en el mundo a primera hora de la mañana. Así que empecé a levantarme antes de salir el sol, sacrificando horas de sueño para poder disfrutar de un café tranquilo en el sofá, leer las noticias online o revisar Twitter mientras el mundo todavía parecía dormido. Esta rutina me daba una sensación de productividad y me permitía llegar al trabajo con sensación de realización personal. Mantuve esta práctica durante un año entero, sin excepciones. Hacía ejercicio físico sin camiseta térmica ni calzado especializado, sin publicar fotos en Instagram con hashtags motivacionales. Pensaba que lo hacía para mantener el ritmo, pero ahora, siete años después, me doy cuenta de que lo hacía para dejar de ser una máquina y empezar a ser una persona.

25 de febrero

Hacerse mayor implica dejar de lado las metáforas y abrazar el pragmatismo. Esto me llevó a tomar una nueva resolución de Año Nuevo: volver a hacer ejercicio físico, pero esta vez de forma más convencional, con ropa de deporte, zapatillas de correr y una aplicación móvil que registra los kilómetros recorridos. Intento ir al gimnasio tres mañanas a la semana, excepto los miércoles, que es el día que escribo el artículo para el jueves. Pero a las siete de la mañana, cuando suena la alarma, me veo tentado a salir a correr por la Diagonal en lugar de hacer ejercicio en el gimnasio. Después de dos meses de esta lucha interna, finalmente he decidido cambiar de horario y realizar ejercicio por la tarde. He aprendido que la única motivación que tengo por correr es poder escribir un libro como respuesta a Haruki Murakami, argumentando que mi gimnasia preferida es la escritura.

26 de febrero

Hace más de diez años, escribí que irme de mi pueblo y volver a Barcelona un domingo por la tarde era como partir al exilio. Un hombre sabio me dijo que me lavara la boca con jabón antes de hablar de exilio, y tenía razón. Sin embargo, los domingos por la tarde siguen siendo tristes para mí. Sin embargo, ayer decidí hacerlo aún más triste y salí a correr. Al volver a casa, un amigo me envió un mensaje diciendo que había olvidado comprar papel higiénico, comida para el conejo y una pizza para cenar. Entré en el supermercado y, mientras esperaba en la cola, un desconocido me miró de reojo, como si hubiera visto algo raro. Quizás era un italiano de Siena, pensé. O quizás era un buen samaritano que quería advertirme sobre la calidad del papel higiénico. Se acercó y me preguntó si yo era el autor de un libro que había leído. Me quedé sin palabras, pero todavía me sorprendió más cuando me dijo que era profesor de Filología Catalana y experto en un autor que yo admiro. Empezamos a hablar de literatura y descubrí que teníamos muchos intereses en común. Fue un encuentro inesperado, pero muy enriquecedor.

27 de febrero

Le conté a Antoni Isarch que mi libro no trata sólo del autor que admiro, sino de su oficio de escribir. Por eso decidí escribir mi dietario en el Velódromo, un sitio con una gran carga histórica. Supe que quería escribir sobre mi experiencia leyendo al autor, pero también quería hacerlo en un sitio que me conectara con otros escritores que habían pasado por allí. Así que empecé a escribir en el Velódromo, un bar con una atmósfera única. Aquí, las palabras cobran vida y me transportan a otras épocas y realidades. Es como si estuviera compartiendo una mesa con los grandes escritores del pasado, conversando sobre literatura y dejando que sus ideas me inspiren. Este bar es como una placenta que me protege y permite crecer como escritor. Aquí, las palabras fluyen y me hacen sentir vivo.

28 de febrero

Hoy he llegado al Velódromo a las ocho de la mañana, pero nada parece igual desde que conocí a Antoni Isarch. Me dicen que en ese mismo sitio, hace muchos años, se produjeron hechos históricos importantes. Es como si la historia se vislumbra con el presente y me transportara a otras épocas. Mientras escribo este artículo, me siento como si estuviera compartiendo la mesa con escritores del pasado, como si estuviera viviendo en otro tiempo. Es una experiencia mágica que me permite conectar con la literatura y los escritores que han marcado nuestra cultura. Aquí, en el Velódromo, las palabras cobran vida y me hacen sentir parte de una tradición literaria que nunca morirá.

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