La Rutina de un Hombre Común
Rafel era un hombre que valoraba las pequeñas cosas de la vida, especialmente sus rituales diarios. Después de cada almuerzo, se permitía una siesta reparadora que lo revitalizaba como un hechizo. Sin necesidad de despertador, confiaba en que su organismo lo guiaba con precisión. Sin embargo, un día de julio, el sol se filtraba por la ventana con una calidez inusual y, cómodo en su sofá, se entregó a un sueño profundo.
Un Despertar Sorprendente
Al abrir los ojos, Rafel se estiró y miró la hora: ¡exactamente media hora había pasado! Con una sonrisa de satisfacción, se dirigió a la cocina en busca de un vaso de agua fresca. Sin embargo, al abrir la nevera, se encontró con una escena desconcertante: la comida se encontraba en un estado deplorable, como si hubiera estado allí durante mucho más tiempo del que él había imaginado.
Una Revelación Inquietante
Confundido, Rafel cerró la puerta de la nevera, tratando de ignorar lo que había visto. No podía ser posible que media hora fuera suficiente para arruinar la comida. ¿Un virus? Su corazón se aceleró mientras salía a la calle, donde todo parecía normal, sin señales de una pandemia. Sin embargo, la calma que había sentido antes de dormir había sido reemplazada por una extraña sensación de irrealidad.
Los Cambios en el Vecindario
Al encontrarse con sus vecinos, Rafel notó algo diferente en ellos: nuevas arrugas, cabellos canosos, un aire de cansancio. Parecían más envejecidos, como si el tiempo hubiera pasado de manera acelerada. Incluso los niños del barrio se veían mucho más grandes de lo que recordaba, como si el tiempo hubiera decidido jugarle una broma.
El Café y la Realidad
Sin embargo, lo primero era lo primero. Rafel, al no haber tomado su café matutino, sentía una fatiga persistente. Con pasos inseguros, se dirigió a su bar habitual. Al entrar, el camarero Quim lo miró con una mezcla de sorpresa y alegría. ‘¡Vaya, pensábamos que te habías ido del pueblo!’, exclamó. Rafel solo pudo sonreír tímidamente, sintiendo que algo no encajaba.
La Revelación del Tiempo Perdido
Mientras disfrutaba de un café fuerte que Quim le había preparado, Rafel tomó el periódico. Al abrirlo, sintió un nudo en el estómago al ver la fecha: julio de 2025. Había estado durmiendo más tiempo del que jamás había imaginado. En su mente, maldecía a su reloj biológico por haberle jugado tal truco.
La Lista de Pendientes
Sin atreverse a revisar su teléfono, Rafel tomó un bolígrafo y comenzó a hacer una lista de todo lo que había perdido: trabajo, familia, amigos… Lo hizo con una rapidez y precisión casi mecánicas, como si esa situación fuera parte de su rutina. ‘No olvides los impuestos, ya pasó junio’, le recordó Quim mientras le servía el café. ‘Creo que he dormido un poco más de la cuenta’, respondió Rafel, sonrojándose al añadir ‘hacienda’ en la parte superior de su lista.
Reflexiones Finales y Nuevos Comienzos
Mientras el sabor amargo del café lo despertaba, Rafel reflexionaba sobre lo ocurrido. Se negaba a aceptar la idea de haber estado en un sueño que duró un año y media hora. Quizás era momento de considerar la posibilidad de un despertador. El mundo, sin embargo, había seguido su curso, pero lo que Rafel pronto descubriría era que los cambios en su pueblo eran mucho más profundos y desconcertantes de lo que jamás había imaginado. Pero esa, por supuesto, es otra historia.