Un refugio encantado
El Príncipe Albert II de Mónaco ha encontrado un rincón mágico en Cantabria, un espacio que combina la riqueza histórica con el lujo contemporáneo. Este lugar especial, conocido como el Palacio Helguera, no es solo un hotel boutique, sino también un testimonio de un pasado noble que se conecta con su familia real.
Un patrimonio arquitectónico
Ergit en el siglo XVII por Juan José de Ceballos, el palacio de Helguera se destaca por su impresionante arquitectura con fachadas de piedra, exquisitos techos de madera y una monumental escalera de piedra. Recientemente restaurado por el diseñador de interiores Malles Martínez Canut, el palacio fusiona el glamour histórico con las comodidades modernas, creando una atmósfera acogedora y sofisticada.
Un arco con la historia
La conexión de la familia Grimaldi con este palacio se remonta a Albert y Mónaco, quienes a principios del siglo XX promovieron excavaciones en las cuevas prehistóricas de los valles de Pasiegos, un proyecto que ha dejado una impronta indeleble en la historia de la región.
Conmemoración de un legado
Albert II visitó recientemente el Palacio de Helguera para celebrar el centenario de las excavaciones en las cuevas de Puente Viesgo, que fueron reconocidos como un sitio del Patrimonio Mundial por la UNESCO. Su estadía fue un homenaje a su gran nieto y la importancia del arte del rock en la cultura cantabriana.
Un compromiso con la cultura
El interés de la familia real en el arte del rock no es nuevo; Ha sido una constante durante más de un siglo, destacando el vínculo entre los Grimaldi y la rica historia de Cantabria.
Un espacio de paz y relajación
Durante su estadía, Albert II disfrutó de la privacidad ofrecida por el palacio. Una de las suites más exclusivas, decoradas con un estilo elegante, era su refugio personal, donde escapó del bullicio de la vida pública y se relajó en los hermosos jardines y la piscina infinita con espectaculares vistas.
Gastronomía de calidad
Su experiencia se completó con una fiesta gastronómica en el restaurante Trastámara, dirigido por el famoso chef Renzo Orbegoso. Albert II probó platos típicos de la región, como Ravioli de Cua de Bou y Turbot, y quedó especialmente impresionado por la Vi Ribera del Duero del Palau, que decidió tomar en Mónaco con él como un recuerdo de su visita.
Reflexiones finales
El Palacio de Helguera no es solo un refugio para el Príncipe Albert II, sino también un símbolo de su conexión con la historia y la cultura de la Cantabria. Esta gema arquitectónica representa un espacio donde el pasado y el presente se derriten, ofreciendo un lugar de tranquilidad y reflexión en un mundo cada vez más acelerado.