Una unión que sorprendió a España
El 16 de marzo de 1978, la duquesa de Alba, Cayetana Fitz-James Stuart, contrajo matrimonio con Jesús Aguirre en una ceremonia que, pese a su discreción, cautivó la atención de la sociedad española. La celebración, realizada en la capilla del Palau de Llíria, se convirtió en un evento destacado en la historia de una de las familias más emblemáticas del país.
El misterio de la ausencia real
Una de las cuestiones más debatidas fue la ausencia de la reina Sofía. Esta falta provocó diversas especulaciones y mantuvo viva la curiosidad en torno al matrimonio. La realeza española, con sus rígidas normas de protocolo, no pudo participar en esta segunda unión, dejando a la reina Sofía sin opción de asistir.
Una promesa rápida y sorprendente
La historia de amor entre Cayetana y Jesús se desarrolló rápidamente. Sólo cuatro meses después de conocerse, la pareja anunció su compromiso, algo que dejó a todo el mundo sorprendido. Jesús Aguirre, que había dejado el sacerdocio en 1969, había encontrado a Cayetana, una de las mujeres más influyentes de Europa, una compañera inesperada.
Una recepción real que marcó el precedente
El día antes de la ceremonia, la pareja fue recibida por los reyes en el Palacio de la Zarzuela, un acto protocolario que evidenció la cordial relación entre la duquesa y la Casa Real. Esta visita fue un claro indicativo de su conexión, a pesar de la inevitable ausencia de la reina al día siguiente.
Un matrimonio marcado por las adversidades
Con el paso de los años, la relación entre Cayetana y Jesús empezó a mostrar signos de tensión. A medida que avanzaba en la década de los 90, Jesús afrontó una larga batalla contra la depresión, que contribuyó a su separación emocional. Así, la pareja se vio obligada a vivir en ciudades distintas: Cayetana en Sevilla y Jesús en Madrid.
La trágica pérdida
La vida de Jesús llegó a un final trágico el 11 de febrero de 2001, cuando murió en Madrid a causa de una embolia pulmonar. En sus últimos momentos, sólo estuvo acompañado por su mayordomo, puesto que la distancia que había crecido entre él y Cayetana se hizo evidente. La muerte de Jesús golpeó profundamente a la duquesa, que, a pesar de las dificultades de su matrimonio, sintió una gran pérdida.
Un legado de amor y recuerdo
Jesús Aguirre fue enterrado en el panteón familiar de los duques de Alba, un acto que, pese a su discreción, reflejó la importancia que había tenido en la vida de Cayetana. Su muerte marcó el fin de una etapa significativa para la duquesa de Alba, que pese a su fortaleza no pudo evitar sentir el peso de la pérdida.