Un col·lapse inesperat en el panorama siria
En un sorprendente giro de los acontecimientos, el gobierno de Bashar el Asad ha caído en cuestión de días, poniendo fin a un régimen que resistió una intensa presión durante años. En diciembre de 2024 ha marcado un punto de inflexión que ha dejado a analistas y ciudadanos perplejos.
El final de una era: el asalto a Damasco
Hace poco, las previsiones sobre la resistencia del Ejército Árabe de Siria parecían optimistas, pero la realidad ha demostrado ser muy distinta. En la madrugada del 8 de diciembre, Damasco cayó no a manos de los islamistas, sino debido al imparable avance de una coalición de grupos rebeldes que han conquistado la capital desde el sur.
Declaración de un nuevo orden
Un portavoz de una organización llamada ‘Sala de operaciones para conquistar Damasco’ anunció por televisión la caída del régimen, instado a la población a preservar las instituciones públicas en un nuevo ‘estado libre de Siria’. Sin embargo, la viabilidad de este nuevo sistema democrático es dudosa.
Paralelismos históricos y situaciones únicas
La dinámica de colapso del régimen de Asad recuerda acontecimientos históricos como la caída de los regímenes socialistas en Europa Oriental a finales de 1989. Sin embargo, la velocidad con la que han sucedido los hechos en Siria es alarmante y refleja la debilidad estructural del gobierno.
Un país fragmentado
A diferencia de otros países europeos, Siria ha vivido una fragmentación territorial significativa, con múltiples grupos en competencia para influir en el futuro del país. Los kurdos en el norte, los islamistas suníes en el noroeste, y otros grupos no estatales han estado presentes durante años, dejando un vacío que el régimen de Asad no ha podido controlar completamente.
Implicaciones para potencias extranjeras
La caída de Asad representa un grave revés para Rusia e Irán, que han invertido recursos significativos en su supervivencia. Las bases militares rusas se han puesto en alerta, con posibles consecuencias para su influencia en la región.
Un entorno de tensión creciente
Israel, por su parte, sigue realizando operaciones militares en Siria, temeroso de que el arsenal militar dejado atrás pueda caer en manos equivocadas. La preocupación por la seguridad nacional se ha intensificado, especialmente ante la posibilidad de que armas peligrosas acaben en manos de islamistas.
El futuro incierto de Siria
Las reacciones de las potencias occidentales han sido mixtas, con un reconocimiento de la caída de Asad, pero con una inquietud palpable sobre lo que vendrá a continuación. La situación en Siria, ya de por sí compleja, podría desencadenar una nueva fase de conflicto que comporte una mayor destrucción y una nueva ola de refugiados.
El panorama sirio se ha vuelto más imprevisible que nunca, con múltiples actores luchando por la supremacía en un territorio devastado, dejando a la población en una situación de vulnerabilidad extrema. Las consecuencias de la caída de Asad resonarán más allá de las fronteras sirias, afectando a la política y la seguridad en toda la región.