La necesidad de un enemigo interior en España

Historia de tensiones internas

España ha vivido tradicionalmente en un entorno de tensiones internas, en donde a menudo se han mezclado el pronunciamiento, la insurrección y, en ocasiones muy concretas y costosas, la revolución. En 1939 se buscó asegurar una paz eterna eliminando la disidencia con ejecuciones, exilios y otras medidas represivas. Esta estrategia tuvo cierto éxito, pero no fue completamente efectiva.

El auge del neofalangismo

El franquismo demostró no ser lo suficientemente poderoso para mantener una represión constante y dura, mientras que la oposición no tenía la fuerza suficiente para derribar al régimen y eliminar a toda una élite fascista. Esta situación condujo a la transacción, un pacto basado en la debilidad mutua que finalmente reforzó el neofalangismo a nivel social, económico y político. Después de unos años iniciales de adaptación por parte de quienes escaparon de la purga, esta dinámica se aceleró a partir de 1993, consolidándose en el año 2000. España volvía a tener un enemigo interior, según la suya percepción, suficientemente débil para servir de chivo expiatorio de las deficiencias del sistema.

La catalanofobia como aglutinante

Nada cohesiona más en España que tener a los catalanes, o lo catalán, como blanco de sus ataques. Este enemigo interior resulta esencial para la cohesión interna del país y para satisfacer un cierto autobasura nacional. Tanto la derecha como la izquierda española encuentran en la catalanofobia una herramienta útil. Mientras unos claman por ‘Santiago y cierra España’, otros buscan diluir la diversidad cultural con provincianismos, afectando a la lengua, las instituciones, las costumbres y el derecho.

El conflicto actual

La época actual no es distinta. España parece estar satisfecha de tener a los catalanes como adversarios perfectos. Para unos, esta oposición alimenta un sentimiento de catalanofobia inherente al nacionalismo español, excluyente por naturaleza. Para otros, permite modular la fuerza del Estado a través de la represión y, como decía La Trinca, pacificar al pueblo con promesas vacías.

Amnistía y justicia

La aplicación de la amnistía evidencia esta situación. Salvo honrosas excepciones como la juez del juzgado de instrucción 18 de Barcelona o la postura de la Fiscalía General del Estado, resulta lamentable que algunos magistrados se planteen llevar casos concretos a la justicia europea o al Tribunal Constitucional mientras que los 46 policías han estado amnistiados sin duda y de forma rápida. Esta disparidad en el tratamiento del independentismo y sus representantes demuestra que la mentalidad represiva del 39 sigue presente. Ahora, la vigencia de este síndrome se manifiesta con catalanes bajo el foco, dejando de lado a otros grupos que antes eran objeto de persecución.

En definitiva, España mantiene su necesidad de encontrar un elemento interno discordante que la cohesione, y ese papel parece haber recaído en los catalanes, perpetuando así una dinámica histórica de tensiones internas no resueltas.

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