Una tradición que perdura
El domingo 2 de junio, en el exterior de la majestuosa catedral de Barcelona, se celebró con gran solemnidad la Eucaristía en honor al Cuerpo y la Sangre de Cristo. Esta celebración sigue una tradición que se ha mantenido a lo largo de las décadas y que reúne a muchas personas en ocasiones especiales.
Una celebración multitudinaria
El altar y el presbiterio se situaron en un lugar destacado, en la confluencia entre el Pla de la Seu y la avenida de la Catedral. El cardenal Joan Josep Omella presidió esta celebración ante cientos de personas, entre las que se encontraban representantes de diversas organizaciones religiosas y entidades de piedad popular. También pudo verse la presencia de niños y niñas que habían hecho su Primera Comunión este año, así como miembros de diferentes comunidades consagradas y laicas.
Un mensaje de amor fraterno
Durante la homilía, el arzobispo de Barcelona hizo un llamamiento al amor fraterno ya la importancia de pedir perdón siempre. Destacó la necesidad de comunicarse de forma directa y respetuosa, evitando la difusión de mentiras a través de las redes sociales. También recordó la figura de Tarsicio, un niño que dio su vida para proteger la Eucaristía, y mencionó el ejemplo de Carlo Acutis, un joven apóstol de la Eucaristía que será canonizado en breve por el Papa.
La Eucaristía como tesoro de amor
El cardenal Omella calificó la Eucaristía como un tesoro que Jesús nos da por compartir y ser solidarios. Destacó el papel de Cáritas como asociación que trabaja en favor de los más necesitados y recordó la generosidad de personas como Dorotea de Chopitea, que dieron todo lo que tenían por los pobres. Concluyó afirmando que la verdadera grandeza de la Iglesia reside en el amor que nunca desaparece.
Una celebración llena de música y oración
La misa solemne estuvo acompañada por el Coro de Cámara Francesc Valls, que animó el canto y la música. El órgano también sonó con su majestuosidad. La celebración contó con la participación de los obispos auxiliares, los canónigos y muchos presbíteros. La oración final y la exposición del Santísimo dieron paso a una procesión llena de silencio, cantos y plegarias por las calles de Ciutat Vella, con el Cuerpo de Cristo en una carroza. Así concluyó esa gran celebración.