Un viaje musical a París
La historia de la música a menudo se narra como una historia lineal, con siglos que se siguen como capítulos de un libro. Sin embargo, entre estos capítulos se encuentran espacios para la innovación y la creatividad que merecen ser explorados. A finales de los siglos XIX y principios del XX, París se convirtió en un núcleo de originalidad musical donde los compositores y los compositores desafiaron las convenciones de la época. En lugar de las largas sinfonías, optaron por formas más accesibles, lo que refleja una esencia francesa única.
Un concierto memorable
El concierto ‘París entre dos siglos’, que tuvo lugar el 27 de marzo en el Teatro Sarrià, fue un tributo a este rico patrimonio musical. Con la interpretación del flutista eslovac Boris Bizjak y la pianista Maria Canyigueral, el programa incluyó obras que se han convertido en pilares del repertorio de flauta, como el famoso ‘Op de fantasía. 79 ‘por Gabriel Fauré, uno de los primeros aspectos más destacados de la noche.
Reclamando voces femeninas
El periodista de música Xavier Chavarría comenzó la noche con una reflexión sobre la necesidad de dar visibilidad a compositores como Francis Poulenc, que pueden no ser tan reconocidos como Fauré. Pero lo más interesante es el redescubrimiento de figuras como Cécile Chaminade, que usó las iniciales ‘C’. Para ocultar su género, o Honey Bonis, que compuso más de 300 trabajos mientras mantiene un perfil bajo. Este concierto fue una oportunidad para reivindicar su legado y su impacto en la música.
Un concierto íntimo y emocional
La combinación de la flauta de madera con un repertorio del siglo XXI traía una calidez especial a la música. La interpretación de Bizjak y Canyigueral crearon una atmósfera familiar y acogedora, aunque el espacio no pudo llenarse. A pesar de la falta de audiencia, la calidad de la música era indiscutible, con piezas que exigían virtuosismo y sensibilidad, como el ‘canto de linos’ de André Jolivet, que dejó una impronta profunda.
Reflexiones finales
Asistir a conciertos como este es un recordatorio del poder de la música para tocar las emociones más profundas. La conexión entre los músicos y las obras que realizan crea una experiencia que va más allá del simple disfrute estético. La música, en su mejor momento, es un vehículo para la introspección y la conmoción, y el concierto del 27 de marzo fue un ejemplo brillante de esto.