Una realidad que necesita cambio
Actualmente en Europa, hay más de 1,4 millones de personas que viven en instituciones. España, en particular, tiene una cifra alarmante de casi 392,000 personas en esta situación. Una mayoría preocupante, ocho de cada diez ciudadanos, cree que estas personas están excluidas de la sociedad y que es urgente implementar medidas de inclusión.
Historia y evolución de la desintitucionalización
El concepto de desinstitucionalización no es nuevo; Sus raíces se remontan a la Segunda Guerra Mundial, con un enfoque inicial de la discapacidad intelectual y el cuidado infantil. Más tarde, las críticas a los asilos llevaron a la comprensión de que estas instituciones, en su naturaleza, son fundamentalmente coercitivas. Michel Foucault lo expresó de esta manera: «la disciplina crea cuerpos dóciles», y esto se traduce en un control exhaustivo sobre la vida cotidiana de las personas.
El Control de la Vida Quotidiana
Un momento para reflexionar: ¿Quién decide nuestras rutinas diarias? Desde la ropa hasta las horas de alimentación, las instituciones a menudo toman estas decisiones, privando a las personas de su autonomía y enraizamiento en el hogar.
Un futuro envidiado: necesitamos un nuevo modelo
Con una población cada vez más envejecida, el modelo actual de apoyo residencial es pequeño para satisfacer las necesidades futuras. La idea tradicional de cuidar el aislamiento no es sostenible. ¿Quién le gustaría considerar su casa como un espacio de confinamiento?
Un marco estratégico para el cambio
Hace un año y medio, el Ministerio de Derechos Sociales y la Agenda 2030 propuso un «marco estratégico de desinstitucionalización», centrándose en cinco ejes fundamentales: la prevención, la transformación de los servicios, la creación de entornos comunitarios, el empoderamiento de los individuos y la promoción de un contexto favorable. Esta iniciativa busca implementar el derecho a una vida decente e independiente, como se refleja en la Carta Europea de los Derechos Fundamentales.
Un desafío colectivo
Algunos pueden argumentar que la sociedad no está lista para este cambio y que el capitalismo individualista no permitirá una transformación significativa. Sin embargo, el caso de Bélgica, que en 1988 prohibió la inversión en residencias, muestra que es posible: solo el 3.5% de su población actualmente institucionalizada.
Construyendo un futuro inclusivo
Para lograr esta metamorfosis, es esencial una voluntad política determinada y un replanteamiento de cómo nos cuidamos unos a otros. La desinstitucionalización no significa simplemente una responsabilidad mudosa a las familias, sino para garantizar la existencia de servicios que respetan la individualidad y la comunidad.
Soñar con un futuro donde España puede rechazar instituciones coercitivas y fomentar entornos inclusivos es un objetivo alcanzable. Solo tenemos que comenzar a trabajar en esta dirección, con la mirada en una sociedad más humana y solidaria.