Començament del viatge
7:00 – Te encuentras en la terminal del aeropuerto junto a tus padres, a pesar de que el vuelo partirá tres horas más tarde por decisión de tu progenitor, quien menciona que estamos en «temporada alta y nunca se sabe lo que podría suceder». Tu madre te recuerda que debes aplicar protector solar. «¿Pero si estamos en un lugar cerrado?», le objetas. «Da igual», es su respuesta. Genial, tres días más con esas conversaciones.
7:34 – Un leve contratiempo en la fila de seguridad (los padres de un pequeño han extraviado un zapato y no cesan en su búsqueda, a pesar de que el niño puede seguir adelante sin calzado) provoca una demora de cinco minutos. «¿Ves? Por eso siempre hay que llegar con tres horas de antelación», dice tu padre con cierta confianza. «Nunca se sabe lo que podría suceder».
La llegada y las primeras decisiones
15:43 – Ya instalados en el alojamiento, tu madre te sugiere: «Podríamos visitar el museo de marionetas o manejar dos horas para llegar a una iglesia famosa por su fresco, donde haremos frente a temperaturas de 40 grados». Prefieres la playa. «Tu generación ha perdido la curiosidad por el mundo que la rodea», responde ella.
20:30 – El primer menú incluido. No has necesitado ni abrir la billetera. Empiezas a sentir que realmente vale la pena viajar con tus padres. Sin embargo, tu padre, un poco molesto tras haber manejado tres horas para ver ese fresco (aun cuando era él quien quiso conducir), te interroga sobre tu amiga Gemma. No tienes idea de a quién se refiere. Después de diez minutos, concluyes que está hablando de una amiga de tu hermana que, curiosamente, no se llama Gemma.
Encuentros inesperados
Día 2, 11:34 – Visita al mercado local. Observas que hay otra persona de tu edad, acompañada por sus padres. Surge una extraña tensión entre ambos. ¿Deberían hablar? ¿Intercambiar Instagram? ¿Saldrían a cenar? ¡Oh no! Te das cuenta de que estás atrapado en la SMSO (síndrome del Mecanoscrit del segundo origen), donde te sientes atraído por alguien simplemente porque es la única persona de tu edad que encuentras en estas vacaciones con tus padres.
14:30 – Hora de almorzar. Tu madre insiste en que pruebes unas alcachofas, las cuales, supuestamente, son tu “plato favorito” (definitivamente no lo son). Discuten si realmente las alcachofas pertenecen a tus preferencias culinarias (y, por supuesto, la respuesta es negativa). Te enojas: «Mamá, deja de inventar cosas». Eres un adulto, independiente y con un trabajo estable. ¿Por qué te afecta tanto esta conversación? Las alcachofas no han sido de tu gusto durante años, y si ella te escuchara, lo sabría.
Reflexiones y cambios
19:30 – Tras resolver el malentendido, van al puerto a disfrutar de una copa de vino. Tu padre aprovecha el momento para relatar una anécdota críptica sobre su juventud, que nunca habías oído previamente. Sus detalles son tan vagos que no entiendes desde cuándo vivió dos años en Yugoslavia. Mientras tanto, tu madre narra por cuarta vez su historia de cuando pensó que había perdido el bol de ensalada, que en realidad estaba en casa de tu tía.
Reflexiones sobre la familia
Día 3, 11:23 – Ya no tienes claro cuántos días has pasado con tus padres. ¿Tres? ¿Seis? ¿Un mes completo? ¿Aún se acordarán de ti en Barcelona? Envías un mensaje a tu amiga preguntándole si «es raro hacer planes con tus padres». «Nooo, amiga», te responde. «Es genial que te lleves bien con ellos, eso muestra madurez». Entonces, empieza a contarte sobre cómo se encontró con su ex en el bar habitual y si es extraño extrañarlo. «Nooo, amiga», le aseguras. «Tienen muchos amigos en común y él no te ha puesto las cosas fáciles, es completamente normal que no lo hayas superado en dos años».
17:00 – Tus padres desean visitar un pueblo que recuerda al que vieron el día anterior. ¿Por qué están obsesionados con ver lugares tan similares? Tú prefieres regresar a la playa, que también fue parte de su recorrido el día anterior. Al final acceden, pero, de paso, te piden que compres pan, huevos y leche. ¿Qué? ¿En serio tienes que contribuir a la economía familiar, siendo todavía un joven en vacaciones con tus padres? Aparentemente, sí.
El cierre del viaje
21:04 – Durante la cena, se entabla una conversación interesante sobre temas de adultos. Es sorprendente pensar que tus padres son individuos autónomos y complejos, y no solo personajes secundarios en tu historia, como creías durante tantos años. Esto implica que su relación debe evolucionar, ¿no? ¿Deberías algún día cocinarles la cena? Es complicado. Todo era más sencillo cuando solías afirmar que tu familia era «disfuncional y desestructurada» solo porque no te dejaban salir entre semana a la fiesta, aunque fuera para repasar la Selección.
Reflexiones finales
Día 4, 10:00 – En el último día, esperas el tren. Les informas a tus padres que te pondrás los auriculares porque no sientes ganas de conversar. «Entendido, cariño. Me siento muy feliz de haber pasado estos días juntos», dice tu madre. ¿Qué quería decir con eso? ¿Acaso lo dice solo para molestarte?
17:23 – Regresas a casa. Salirás a tomar una cerveza con tus amigos. «¿Cómo estuvo el viaje?», te preguntan. «Bien, pero ya sabes cómo son los padres», contestas. Todos asienten con comprensión y comienzan a compartir sus propias anécdotas familiares, como si estuvieran hablando de supervivencia.
22:45 – Ya en la cama, envías un mensaje al grupo familiar: «Ha sido genial, muchas gracias por todo. Me gusta pasar tiempo con ustedes, ¡los quiero!».
22:46 – Escribiendo…
22:49 – Escribiendo…
22:51 – Escribiendo…
22:52 – «Ok».