El día en que murió el rey que quiso repartir España

Guillermo de Orange, el rey de los Países Bajos y de Inglaterra

Hace 322 años, el 8 de marzo de 1702, en la capital inglesa, Londres, expiraba Guillermo de Orange, que había ostentado el título de rey consorte de Inglaterra y Escocia (1689-1694) y de rey absoluto desde el fallecimiento de su mujer, la reina Maria II, hasta su final (1694-1702). Guillermo, que sería conocido como Guillermo III, vino al mundo en 1650 en La Haya (Países Bajos independientes) y era el hijo y sucesor de Guillermo II de Orange, stadhouder de las Provincias Unidas neerlandesas, y de Maria Enriqueta Stuart, hermana del rey Carlos II de Inglaterra.

Los stadhouder neerlandeses eran el máximo dirigente político y militar del país, y desde que se instauró esta figura (independencia de las Provincias Unidas, 1584) hasta que se cambió por el cargo de monarca (1815), se transmitió de forma hereditaria. Así pues, Guillermo, entre 1694 y 1702, ejerció a la vez los cargos de stadhouder de los Países Bajos (como heredero de su padre) y de rey de Inglaterra y Escocia (como heredero de su esposa). Sin embargo, esta coincidencia no supuso ningún tipo de unión política entre estos territorios.

Guillermo de Orange, el mediador de la política europea

Durante los años 90 del siglo XVII, Guillermo de Orange se convirtió en el principal intermediario de la política europea, lo que muestra el poder emergente de Inglaterra. En esa época, el rey hispánico, Carlos II, no podía tener hijos y su sucesión era el tema constante de las diplomacias europeas. Por un lado, Luis XIV de Francia (que en ese momento ya era el rey más potente del mundo) había sugerido a su nieto Felipe de Anjou (que acabaría siendo Felipe V de España). Y, por otra, Leopoldo I de Austria y del Sacro Imperio había sugerido a su hijo pequeño, Carlos de Habsburgo.

Mucho antes de que la diplomacia de Londres apoyara a Carlos de Habsburgo, Guillermo planteó un candidato de consenso: el joven Josep Ferran de Baviera. Pero la muerte prematura del candidato bávaro le llevó a plantear una segunda propuesta: repartir la monarquía hispánica. Felipe de Anjou sería rey de la Corona castellanoleonesa y de algunas colonias hispánicas de América (cedería parte de este patrimonio a Inglaterra ya los Países Bajos), y Carlos de Habsburgo sería rey de la Corona catalanoaragonesa (Catalunya, Aragó, Valencia, Mallorques, Cerdeña, Nápoles y Sicilia).

El pacto del archiduque Leopoldo de Austria que su hijo Carlos nunca sería nombrado heredero al trono de Viena y, por tanto, que no se produciría una unión dinástica austro-hispánica que alteraría el mapa europeo (aunque acabaría reinando, al menos después de la muerte de su hermano mayor José, 1711) y la muerte súbita de Guillermo (terminó a 52 años por una neumonía) enfrió esta propuesta, que, inicialmente, estaba respaldada por casi todas las diplomacias europeas ( incluso, las de París y Viena la tuvieron en cuenta) y de las élites de la Corona catalanoaragonesa.

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