Series
La ciudad que nos pertenece
Cuando los estrenos de series son escasos y poco interesantes, como ocurre cada vez más a menudo, qué mejor que recuperar, volver a ver o descubrir series emblemáticas que por algún motivo u otro no habíamos podido disfrutar o acabar de ver. Esto me ocurrió con The Wire, que me quedé en la tercera temporada, y mira que me gustaba. Y ha sido volver y ya no poder despegarme de la red de hilos narrativos con la que David Simon y Ed Burns cautivan al espectador, hasta el final. The Wire es considerada como una de las mejores series de la historia y sin duda lo es, por muchos aspectos. Como se ha dicho, por su detallada descripción de la vida social, la vida política y económica de una ciudad norteamericana (Baltimore) con el alcance, la precisión de observación y la visión moral de la gran literatura (dickensiana, por el realismo y la amplitud de miradas que entreteje). Todas las tramas están centradas en algún aspecto distinto, siempre con el hilo conductor y común del tráfico de drogas. La visión panorámica enfoca el tema de la primera temporada en la policía y la lucha contra las bandas de narcotraficantes. Y a partir de ahí se va centrando en el contrabando de mercancías del puerto y los problemas con los sindicatos (segunda), los políticos y la lucha por el poder (tercera), el sistema educativo y las dificultades de aprendizaje de los niños y niñas de los suburbios (cuarta) y los medios de comunicación que ya contemplan una crisis sin precedentes, especialmente la prensa escrita (quinta). Sus creadores conocían de primera mano lo que narraban: Simon fue periodista y Burns, policía y profesor. También, muchos de los secundarios habían vivido situaciones similares. Lo que no se entiende es que la serie, tan elogiada por todos, nunca fue premiada con un Emmy, y pese a los pésimos registros de audiencia, HBO la mantuvo cinco temporadas. Pero, claro, eran otros tiempos. Mejores.
