La política catalana se reúne sin ganas
Mientras Junts per Catalunya se debate entre dos almas, la política catalana se ve abocada a celebrar cumbres sin mucha esperanza de acuerdo. Díaz Ayuso, por su parte, presume de la Fórmula 1 que le costará dinero al contribuyente, el Madrid se queja de los árbitros… y el mundo asiste a dos guerras, la de Gaza y la de Ucrania.
Los medios normalizan los conflictos bélicos
Los conflictos bélicos siempre llaman la atención de los medios, que los tratan con cierto tono de espectáculo. Pero tanto nosotros como lo que se conoce como la «comunidad internacional» hemos entrado ya en la fase de convivir con el conflicto, de hacerlo parte de nuestra rutina. Nos acostumbramos a ver grandes ofensivas que deben decantar la balanza de uno u otro lado, con cifras de muertes y declaraciones contundentes, y la paz ha desaparecido del repertorio de conceptos a utilizar. Si acaso, algún paro humanitario y poco más.
La propaganda y las dificultades dificultan la verificación
Ayer el ejército ucraniano abatió un avión militar ruso en el que Moscú dice haber 65 prisioneros ucranianos a bordo. Nunca lo sabremos porque la propaganda y las dificultades de las organizaciones no gubernamentales y los verificadores para corroborar lo que se dice es brutal. La noticia llegaba cuando todavía no nos habíamos recuperado del anuncio palestino de que habían muerto 24 soldados israelíes en la Franja. Ayer les respondieron nueve muertos y 75 heridos en un centro de refugiados.
Los líderes beligerantes no ceden
Es evidente que fanáticos como los de Hamás o líderes autoritarios como Putin y Netanyahu -cada vez más aislado- no se detendrán en su escalada bélica. Israel ofrece dos meses de alto el fuego en la Franja, pero el presidente israelí ya avisa a sus aliados americanos de que no está dispuesto a ceder a ninguna de las peticiones palestinas, sean o no justas y razonadas.
Las urgencias europeas y americanas no ayudan
Las urgencias europeas, que tienen más que ver con el retorno a la austeridad y los riesgos del ascenso de la extrema derecha, y el clima preelectoral en Estados Unidos no ayudan a que unos y otros tengan una mirada sobre conflictos que les son tan cercanos como difíciles de abordar. Pero es evidente que nadie debería poder permitirse ponerse de perfil, que no hablemos de paz y que normalicemos dos guerras sin soluciones (pero sí muerte y sufrimiento) a la vista. La presión social y política en las instituciones, pero también en las calles y en los medios, es de las pocas vías que tenemos a nuestro alcance para exigir soluciones que no serán 100% del gusto de nadie y que pueden obligar a revisar clichés de bonos y malos y de justicia e injusticia, pero que son cada vez más inaplazables. Por mucho que nos parezca que estamos ante conflictos sin solución.
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Ferran Casas y Manresa
subdirector de Nación
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