Según la perspectiva
Dani Alves cumple con la obligación de ir a firmar en la Audiencia; sonríe, dice «buenos días» y es sonoramente reñido.
Una situación compleja
Una mujer policía, una mujer abogada y, entre ambas, Dani Alves. Esta imagen tomada el jueves en Barcelona nos muestra la vida de un personaje atrapado entre dos realidades de un mismo marco jurídico en forma de código penal. Este marco jurídico aún debe definir el grado de responsabilidad de Alves en un caso repugnante de violación. Alves está judicialmente atrapado, cogido por los huevos, pero en libertad. Esto es lo que cuesta entender.
La complejidad de la justicia
No es fácil asimilar que un hombre condenado por haber forzado a una mujer a mantener relaciones sexuales en contra de su voluntad y habiendo hecho uso de la violencia pueda andar hoy por Barcelona vestido elegantemente. Alves se encuentra en una situación judicial nublada, donde sus derechos son protegidos. Aunque es libre provisionalmente, no es culpable. Esta situación es difícil de comprender.
Derechos para todos
Ni libre ni culpable significa que Alves se encuentra en una situación en la que sus derechos son protegidos. Aunque ha sido condenado, tiene derecho a un justo proceso ya una revisión de su sentencia en segunda instancia. Hasta que la sentencia no sea firme, no puede considerarse culpable. Esto es de aplicación a todos, incluso a los delincuentes más graves. Alves volverá a prisión por cumplir la condena impuesta cuando ésta sea ratificada.
Una vida en vilo
Hoy Alves duerme en su casa, pero no es libre. El pasado jueves tuvo que ir obligado a la Audiencia para firmar, como tendrá que hacerlo cada semana, para demostrar que no huye. Fue una visita breve, de once minutos, al Palau de Justícia. Saludó a los policías que custodiaban su paso por los pasillos del edificio, dijo «buenos días» a las pocas personas con las que se encontró y antes de marcharse se detuvo para contemplar las magníficas vidrieras que adornan el techo del grande vestíbulo del edificio. Levantó la cabeza y mostró admiración por lo que veía, comentándolo con la abogada y un agente que más que un mosso parecía un guía.
La realidad del rechazo social
Por un momento, bajo la luz de las vidrieras, los ojos de cristal de Alves y su sonrisa parecieron renacer. Pero al salir a la calle, un hombre situado junto a los fotógrafos y las cámaras de televisión que le esperaban le devolvió a la oscura realidad del rechazo social que su persona genera y de la cárcel que le espera en el horizonte de su periplo judicial. Todavía no es un violador, pero la sociedad ya le juzga.
Conclusión
La vida de Alves es una compleja situación judicial que pone en evidencia la dificultad de comprender los derechos y responsabilidades en casos de violación. Aunque es libre provisionalmente, su condena será ratificada y deberá cumplir la pena impuesta. Mientras tanto, Alves vive en una realidad de rechazo social y de espera de su sentencia final.