El independentismo catalán, un movimiento fragmentado

La tradición de las escisiones

El independentismo catalán ha vivido siempre de las escisiones. Los movimientos políticos que aspiran a transformar el sistema de una u otra forma, por su esencia, tienden a ponerlo todo en duda, y esta tendencia los acaba consumiendo. Pero en Cataluña se ha llegado a un punto en el que ya es necesario hablar de fragmentación nuclear. Como en este proceso empleado para generar la energía nuclear tan discutida, cada movimiento que se genera divide un núcleo en dos más pequeños y el resentimiento que se desprende puede repetir la operación en otros núcleos. Así hasta el infinito.

La guerra en el ANC

Está pasando ahora mismo en torno a la Assemblea Nacional Catalana (ANC). Mientras la actual dirección esfuerza por sacar adelante la lista cívica -que ya fragmentará el espacio electoral-, dos grupos de exdirigentes se confrontan, uno a favor de la propuesta de Dolors Feliu y Uriel Bertran y el otro, en contra. Una guerra interna en el marco de uno de los lados del independentismo civil, que ya partía de la ruptura de facto con la otra gran organización del ecosistema, Òmnium Cultural.

La competencia entre los partidos

Mientras, los partidos, que se presume de que son los responsables de la frustración que los impulsores de la lista cívica quieren resolver, siguen al margen de todo este movimiento, inmersos en competir entre ellos en una batalla a muerte por la hegemonía de un espacio electoral independentista que cada día es más estrecho. Juntos por Catalunya cree que le ha ganado la partida a Esquerra Republicana en el control del relato sobre la posición a mantener en Madrid. Pero los republicanos están convencidos de que este suflé bajará -ayudado por las disputas internas visibles e interminables en el partido de Carles Puigdemont-, y ya se preparan para la gran batalla de las elecciones del próximo año. Esperan ganarla exhibiendo la experiencia de Pere Aragonès en la gestión de la Generalitat post 1-O, una carta que piensan que ningún candidato juntero podría jugar, y menos que nadie su máximo líder, si volviera amnistiado, después de seis años exilio sin contacto con la institución.

La cuestión de fondo

La cuestión aquí no es quién tiene la razón, si la tiene alguien. El independentismo se ha lanzado a fragmentar su propio espacio político con el argumento de que el unitarismo es ilusorio e ineficaz y que la única solución es que gane uno y otros callen o, a poder ser, desaparezcan. Sin tener en cuenta que este objetivo parece aún más difícil que la propia independencia y que la única vez que el movimiento ha logrado algo ha sido forzando la unidad.

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