El atractivo de los crímenes y la oscuridad humana
Carles Porta tiene un gusto por el morbo y la capacidad de despertar la curiosidad de aquellos que disfrutan con las inmoralidades ajenas que terminan en tragedia. Sus crímenes y las historias que crea nos acercan a la cara más oscura y perturbada de la condición humana. La televisión se convierte en un medio para satisfacer la curiosidad y, en ocasiones, para coquetear con los límites morales. Sin embargo, convertir muertes violentas en contenido audiovisual tiene un precio: parte del público se ha acostumbrado a consumir este tipo de contenido de la misma manera que lo haría con una serie de televisión, sin considerar la historia real detrás de cada episodio.
El ejercicio de conciencia que exige
Desde el éxito de la serie ‘Crims’, las noticias sobre asesinatos en las redes sociales se han llenado de comentarios frívolos, incluso algunos dirigidos directamente a Carles Porta. La montaña de Tor se ha convertido en un lugar de misterio y violencia, atrayendo a aquellos que buscan emociones fuertes. Sería fácil culpar a la televisión pública de todos los males y asumir que al espectador hay que darle contenido fácil de digerir, sin exigirle ningún ejercicio de conciencia. Sin embargo, lo que atrapa de Tor, incluso a aquellos que quedan atrapados en silencio o vergüenza, es precisamente el ejercicio de conciencia que exige: recordarnos a nosotros mismos que lo que vemos es verdad. La serie documental sobre Tor nos confronta con la realidad y nos obliga a reflexionar sobre el respeto hacia las víctimas y sus familias.
El debate sobre la explotación de las historias
Cada vez que hacemos clic en un nuevo episodio de Tor, nos preguntamos hasta qué punto se respeta el dolor de los familiares de las víctimas al volver a explotar una historia en la que Carles Porta ya ha trabajado dos veces. La verdad supera la ficción, nos decimos a nosotros mismos. Tor es aún más atractivo que un western porque los protagonistas sueltan palabras fuertes cada vez que respiran. La verdad nos satisface y nos fascina más que algunas ficciones, y la tenemos al alcance de la mano. Sin embargo, algunos pierden la noción de la realidad y se dejan llevar por el morbo. Tor no tiene otra función que la de hipnotizar y cautivar durante una hora a la semana. El ritmo, la música y las palabras de los protagonistas nos envuelven. Nos ofrece una ventana a un mundo oscuro y nos permite explorar las pulsiones violentas de los demás, aunque sea con un poco de culpa. Pero debemos ser conscientes de que el morbo nos tienta y que nuestra debilidad puede convertirnos en meros espectadores de la tragedia.
El talento de Carles Porta
Carles Porta tiene un gran talento para exponer lo inmoral y atraparnos, haciendo que olvidemos nuestra propia moralidad. Su fijación se convierte en la nuestra y la miramos con la misma ligereza con la que nos sentamos en el sofá de casa. Si dentro de diez años produjera una serie documental basada en la misma historia, aquellos que la hemos visto entenderíamos sus bondades y desgracias, convenciéndonos de que las segundas no son tan graves. Estos equilibrios entre la conciencia racional y la inclinación natural son los que interpelan y explican los motivos de fondo de la audiencia de Tor. Carles Porta sabe dónde apuntar y, por el bien de todos, quizás no debería apuntar más.