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La importancia de la paciencia en la campaña europea

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Un debate inframental

Si el lector ha tenido la paciencia suficiente para seguir esta última campaña, con un nivel de debates auténticamente inframentales, es normal que tenga la sensación de haber asistido a los comicios menos europeos de la historia.

En efecto, el pulso entre Sánchez y Feijóo —que el líder del PSOE tiene ganado de hace muchos meses, con independencia del resultado de hoy— ha hecho que Begoña Gómez y la amnistía de los exiliados catalanes tenga más presencia que el ( más que necesario) rearme de Europa en un ejército comunitario o que la política migratoria del Viejo Continente.

El desencanto de los europeos

La democracia es el problema esencial de Europa, desde que los electores de Francia y de Holanda se opusieron al proyecto de Constitución europea que se firmó en Roma en 2004 y que la burocracia de Bruselas cerró en falso, aprobando el Tratado de Lisboa sin apoyo popular alguno.

Esto, y no la aparición de la ultraderecha, explica el progresivo desencanto de los europeos con su gobierno común, si lo comparamos con el optimismo continental de los años ochenta y noventa.

El futuro de la Europa unida

La emergencia de políticas aislacionistas que hoy celebrarán la noche con litros de champán no es buena noticia para los europeístas, pero con la derecha radical del continente pasará como con VOX en España.

Hace un lustro, el partido de Abascal apostaba por destruir el sistema autonómico español; ahora que los diputados de VOX tienen las nalgas bien calentitas en los parlamentos del país, ni dios se atreve a discutirlo.

El papel de Cataluña

Desde que el independentismo pasó de la reivindicación nacionalista a la acción unilateral, con la imposición del referéndum del 1-0, el movimiento se europeizó, en el sentido de que Cataluña se puso en el centro del debate democrático.

Todos los intentos de pacificar este conflicto (a saber, de ahogar el derecho inalienable de los catalanes a gobernarse como quieran a través de las urnas) fracasarán a la larga.

Por el momento, a diferencia del autismo de Rajoy con Europa, Pedro Sánchez ha ido seduciendo lentamente a Ursula von der Leyen a base de una aparente pacificación del problema catalán (la presidenta del continente, pese a los ruegos de Feijóo, no ha hablado de la amnistía de los exiliados ni siquiera en los mítines del PP, y no será que no se lo pidieran), pero, pese a los esfuerzos del líder del PSOE y la victoria estrecha de Isla en el Parlament, las aguas todavía no se han calmado lo suficiente para pasar página.

El futuro de Cataluña y España

De hecho, la gracia de todo es que —con toda la propaganda progre y europea a favor de Sánchez— Illa no logró ganar el plebiscito español en Catalunya.

También hay que recalcar que el independentismo, pese a tener unos líderes absolutamente desprestigiados por su triple moral y su cinismo catedralicio, todavía han logrado salvar los muebles.

A esto ayuda el hecho de que, desde el 2017 en las últimas elecciones, hay un millón de independentistas que no hemos cambiado de ideario político, pero que hemos visto bien claro que con esta generación de líderes no llegamos ni a la esquina.

Si los partidos españoles, pese al rifirrafe entre el PP y el PSOE, todavía exhiben o maldicen la amnistía, es porque la cuestión catalana es la única patata caliente que tiene España para ser tratada como una democracia del Primer Mundo.

Tenemos liderazgos bien nefastos, cierto; pero Europa todavía nos mira de reojo.

El futuro de la Europa unida

Basta leer artículos de López Burniol en Can Godó, donde se afana por una reunificación del bipartidismo en España que lleve a una estructura federal del Estado, para ver cómo Cataluña sigue siendo la herida abierta de los españoles en Europa.

En este sentido, decía al inicio, éstas quizás han sido las elecciones más europeas que hemos vivido y esto ha provocado que los límites cortoplacistas de los candidatos de Puigdemont y Junqueras queden aún más en evidencia.

Sea cual sea el resultado de hoy por la noche por todos, el continente aún tendrá que resolver la ocupación antidemocrática que afrontan ocho de sus millones de habitantes.

De momento, han puesto parches y no salen adelante. Veremos qué ocurre. Dicen que hoy lloverá, con lo que aprovecharemos la gotelada que Dios nos regala para permanecer en casa y admirar cómo la lluvia limpia el polvo sahariano de la calle.

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