Opinión | BADANTE

¡Todo vuelve!

Los estigmas también, existen actitudes difíciles de eliminar. Hace poco más de un año, un hombre de color, eufemismo de negro, llegó a un Servicio de Urgencias en EE.UU. con un dolor en el pecho. Pidió un trato especial, ya sea de privacidad o de protección, puesto que era una celebridad como miembro del cuarteto musical Four Tops. Al oír estas palabras, un sanitario auxiliar ordenó retirar el oxígeno del hombre y realizar una evaluación psicológica. Cuando protestó, un guardia de seguridad le menospreció por su condición de persona de color, negro, y empezó a ponerle una camisa de fuerza, ahora se llaman contenciones, otro eufemismo. Esta persona tenía un largo historial de problemas cardíacos y ya traía oxígeno cuando llegó al hospital. En el alta, se constató que había sufrido un infarto y necesitaba un trasplante de corazón y tenía una neumonía. Aunque el hombre insistía en que era cantante del cuarteto, pensó que tenía un problema psiquiátrico. La eterna relación, no cierta, entre la agitación o la violencia y algunas enfermedades mentales. El único problema era que el hombre, Alexander Morris, era efectivamente miembro de los Four Tops. Por suerte, su mujer llegó y, al ver lo que estaba ocurriendo, despejó la situación. Sin embargo, el guardia de seguridad seguía negando el tratamiento médico y manteniendo las contenciones hasta que una enfermera intervino y lo solucionó, tras pedir una prueba fehaciente; lo hizo con un vídeo. Se ve que la presunción de salud mental debe demostrarse. ¡Ah! El hospital le ha ofrecido un vale de 25 dólares para su uso en una cadena de supermercados; una estimación, a la baja, del valor de la dignidad.

Una historia relacionada

Esta historia recuerda a una leyenda que ocurrió en un hospital psiquiátrico de Catalunya en la década de los años 70 del siglo pasado. Un médico residente de otro servicio, que quería hacer guardias en el psiquiátrico para añadir un glamour de progresía en su entorno, insistió hasta conseguirlo. El primer día de guardia, se presentó a las 9 de la tarde, saludó al guardameta y entró sin problemas. Lo que no sabía el facultativo era que los profesionales de la institución no estaban satisfechos con su presencia y avisaron al guardameta de que esperaban a una persona engañada y con delirios de ser médico. Decidieron retenerlo hasta que al día siguiente le visitase el responsable de la unidad de agudos. Por aquel entonces, los derechos de las personas ingresadas estaban totalmente pisados. El problema fue cuando el médico quiso salir para ir a otra dependencia. Cuanto más insistía en el portero y más gritaba que era médico, más claro era que precisaba ingresar. Sufrió durante media hora hasta que logró demostrar su identidad con el DNI, el carné de conducir y el certificado de normalidad. Una experiencia que le llevó a adoptar una actitud zen.

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