Te sorprendes cuando escuchas fragmentos de Mariano Rajoy hablando mal de los catalanes en actos para gallegos, o ves al presidente valenciano feliz de regalarnos agua que no le pertenece, y te preguntas si el anticatalanismo no será un xiste privado de los partidos españoles que cuando apagan las cámaras todos estallan de risa. Cuando un fenómeno se repite sin cesar debe generar cierta reflexión. Es entre absurdo y alarmante que, tras la extenuación del Proceso, el anticatalanismo pueda parecer sólo propaganda vana, el equivalente político a los chistes de dejar el rollo de papel higiénico vacío. Está claro que hay motivos de fondo mucho más graves, pero también podemos relacionar que el anticatalanismo siga vigente con el discurso de la amnistía.
El anticatalanismo y los celos
El anticatalanismo, como el antisemitismo o cualquier otro tipo de racismo, se entiende mejor con la estructura de los celos. Los celos siempre son patológicos independientemente de lo que tu pareja haga o sienta: son tus inseguridades proyectándose sobre el otro, incapaz de aceptar el hecho de que nunca podrás estar del todo seguro de lo que la persona que quieres siendo por ti y siempre quedará un espacio de incertidumbre insuperable. En términos políticos, el odio al otro es una fantasía que te susurra que todo sería tan ideal y tan perfecto si los catalanes/judíos/inmigrantes no existieran. Son equivalentes a, «todo iría bien si no tuviera aquella compañera de trabajo tan simpática». En realidad sabemos perfectamente que las sociedades siempre están y estarán atravesadas por desigualdades y divergencias, pero preferimos construir una fantasía que culpabilice al otro.
El problema del discurso de la amnistía
El problema del discurso de Pedro Sánchez o de Yolanda Díaz con la amnistía es que no afrontan ese vacío. Demasiado indulgente con los catalanes y demasiado protector con los españoles, la cantinela de “la convivencia” y el “pasar página” de nada sirve porque no contiene ninguna visión de futuro. En la lógica de los celos es el equivalente a pensar que no volverás a ponerte celoso si la otra persona no vuelve a hacer una broma dudosa o una mirada ligeramente insinuante. Al igual que la relación entre personas, la relación entre comunidades no funciona escondiendo los conflictos ni poniendo el acento en los hechos tal y como ocurrieron realmente.
Ambas fórmulas para escapar de la estructura de los celos
Hay dos fórmulas para escapar de la estructura de los celos, sea político o personal. Una es trabajar las propias inseguridades y aprender a reconciliarse con la apertura del mundo y la libertad del otro. Esto es importante y debe hacerse pase lo que pase. La otra es tan sencilla pero tan difícil como fijar un objetivo común. La fricción entre subjetividades siempre vuelve. Pero si, en vez de poner el vacío constitucional en el centro con una variante de más o menos cínica y resignada de la conllevancia, propones una causa por la que luchar conjuntamente, las diferencias se retienen y se integran al mismo tiempo en una dirección que tiene sentido. El anticatalanismo seguirá siendo una fantasía política útil mientras la izquierda española sólo tenga para ofrecer discursos como el de la convivencia o el “que viene a la derecha” y no sea capaz de señalar un horizonte genuinamente transformador. Que era, por cierto, lo que tenía el independentismo antes de perder la credibilidad.