Una comida llena de sorpresas
La reunión familiar fue un auténtico espectáculo de excesos. Dieciséis personas alrededor de la mesa, con un vermú desbordante de sabor y una selección de aperitivos que parecían más decoración que comer. Granitos de uva con queso y mini empanadas de gambas competían por la atención, pero yo sólo pensaba en escapar del ambiente cargado.
Sabores insoportables y nervios a flor de piel
El festín siguió con una muestra de cremas, cada una más extraña que la anterior. El caldo de pollo, un zumo verde desconocido y una crema de marisco combinaban colores, pero su olor era un verdadero reto para el estómago. Mientras mi hermano disfrutaba de cada vasito con entusiasmo, yo luchaba contra mi propia irritación.
Una explosión de niños y emociones
Los niños eran como pequeños volcanes en erupción, corriendo y tirando pedazos de barquillos como si fueran proyectiles. Mi paciencia se ponía a prueba en todo momento. Reconozco que mi mala baba crecía como una bola de nieve, y cuando la furia se hacía insoportable, buscaba una escapatoria en el metro.
Un momento de reflexión
En momentos así, me siento como si tuviera un inquietante superpoder. Un día, un desconocido me hizo sentir rabia simplemente por su presencia. En un abrir y cerrar de ojos, un accidente inesperado ocurrió frente a mí, y me hizo pensar en la influencia que podía tener sobre los demás.
El viaje en metro: un reflejo de mi inquietud
El día de Navidad, el metro parecía un mundo abandonado. Caminaba solo, preocupado por lo que pudiera ocurrir, mientras mis pensamientos se debatían entre el miedo y la frustración. La soledad del andén me hacía sentir cada vez más nervioso.
Una mirada inesperada
La entrada de una joven en el vagón rompió la monotonía. Su mirada, intensa y colérica, me hizo sentir que había traspasado una línea invisible. En un momento de impulso, la cogí y la aparté de la vía, temiendo que mi energía negativa pudiera afectarla.
Un final inesperado
Justo en el momento en que la luz del tren se acercaba, me di cuenta de que mis acciones tenían consecuencias. La tensión acumulada durante el almuerzo había llegado a un punto crítico, y ahora estaba frente a una realidad que no podía controlar. Ese día de Navidad, mi vida cambió en un instante, dejándome reflexionando sobre mi propia naturaleza.