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Un legado de política serena y humanista

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La figura de Rigol

Quim Dorca, un hombre de empresa y de aquellos liberales por convicción a quien es bueno prestar atención, distinguía dos tipos de pésame. Así, recomendaba el respetuoso «al cielo sea», por los hombres buenos, y por los que no lo son tanto, «Dios lo haya perdonado». Sin lugar a dudas, en Rigol es de los primeros. El expresidente del Parlamento, hombre de creencia cristiana y comprometido con el catalanismo tradicional de la clandestinidad franquista, ha fallecido dejando un legado de política serena y, sobre todo, humanista. Sí, Rigol practicaba y, incluso, tenía un reglamento propio, de cómo y cuándo se debe prestar atención. Lejos de la estridencia e imbuido de una disciplina casi calvinista.

Un político respetado

Rigol siempre decía, con un humor discreto, que como presidente de la cámara tenía que quedar bien con la oposición, porque «con sus» ya lo estaba de mal. A pesar de que mostraba un respeto reverencial y vital por el presidente Jordi Pujol. Personalmente, a Rigol le agradezco que fuera de los políticos que siempre cogía el teléfono. Una disposición a años luz de muchos diputados que ahora se llenan la boca de soberanía y tienen que pedir permiso a un trabajador del partido para conversar con un periodista. Sin hacer aspavientos, creía en la soberanía del parlamento, de los diputados y de las instituciones.

Una segunda juventud política

Su talante, envolvía sus explicaciones con una oratoria marcada por una voz profunda y concluyente, ayudó a llevar a cabo la consulta del 9-N. Fue el hombre elegido para coordinar el Pacto Nacional por el Derecho a Decidir, consolidando una imagen de unidad democrática tan encomiable como efectiva. Aquella disposición le otorgó una segunda juventud política. Rigol, hombre respetadísimo, ganó la batalla mediática e ideológica a Josep Antoni Duran y Lleida, a quien, hasta aquel momento, no le había discutido ninguna orden más allá de alguna íntima discrepancia. Fue el líder de la revuelta del consejo nacional de Unión de 2015 a la Hospitalet del Llobregat que llevaría a la fundación de Demócratas, formación que después abandonó.

Un legado político

Con Rigol se va una manera viva de hacer política. La política del formalismo y los principios, de la ideología y la formación, del criterio y el respeto, de un compromiso que trasciende en su vida. Uno de sus escritos remarcaba que la política es intentar que, a través del sentido de cultura, de sentido de lengua, de sentido de conciencia histórica, de sentido de participar en un mismo territorio, «seamos capaces de abrirnos los unos a los otros y de acoger a los que vienen aquí y no son como nosotros». Rigol siempre pedía a los políticos «no perder la dimensión de país». Sentido cívico, responsabilidad y cohesión como pueblo. Este es el legado que esperamos que Rigol no se lleve al cielo. Descanse en paz, presidente.

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