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La trágica historia de Salvador Puig Antich

El juicio y la sentencia

Desde que el tribunal militar dictó sentencia de pena de muerte para Salvador Puig Antich, el 9 de enero de 1974, ni él ni su familia se hacían demasiadas ilusiones. Se le acusaba de haber tomado la vida de un subinspector de policía en el momento de su detención, el 25 de septiembre anterior. Desde que fue internado en prisión Modelo, su situación sólo se había agravado.

La espera y la angustia

El atentado mortal contra el almirante Carrero Blanco había dejado el régimen aturdido y con ganas de revancha. El paso del caso Puig Antich en la jurisdicción militar no anunciaba nada bueno. Se aseguraba que el capitán general de Catalunya había pedido «capitanes resolutivos» para formar el tribunal. Desde el 9 de enero, la espera estaba centrada en cada consejo de ministros, que debía recibir la sentencia y poner en manos del dictador, el general Franco, la decisión final: conmutarla o limitarse a dar el cínico enterado , dejando vía libre a la ejecución. Así transcurrieron las últimas horas de Salvador Puig Antich.

El enterado y los últimos momentos

Cárcel Modelo. Quinta galería. Celda 443. Ya son más de las 9 de la tarde cuando se le comunica a Puig Antich el enterado del consejo de ministros. Se hace en presencia de su abogado, Oriol Arau. El impacto es evidente. El gobierno español era consciente del alcance del momento. Por eso no se quiso ni siquiera dejar margen a presiones y movilizaciones. La rueda de prensa del ministro de Información y Turismo, Pío Cabanillas, para informar sobre el consejo de ministros, hizo esperar hasta cerca de las diez de la noche. No era habitual. Según la ley franquista, entre la comunicación al preso y la ejecución debían pasar exactamente 12 horas.

Los últimos momentos con la familia

El abogado avisa de inmediato a las hermanas del militante del MIL. Tres de ellas, Montserrat, Imma y Carme, se desplazan a la cárcel. La más joven, Merçona, se queda en casa para hacer compañía al padre, un hombre de salud frágil, al que no se comunicará hasta más tarde lo ocurrido. Las hermanas telegrafían al hermano mayor, Joaquín, que vive en Estados Unidos, donde será un psiquiatra reputado. Tras la sentencia de muerte, Joaquim Puig Antich voló a Barcelona para ver a su hermano. El encuentro fue muy emotivo.

Los últimos momentos de Salvador Puig Antich

Puig Antich pasó buena parte de esa noche hablando con sus hermanas y el abogado en una celda de espera. En la jerga penitenciaria, a ese espacio de tiempo se le llamaba estar en capilla. El joven activista antifranquista mantiene su serenidad y aún se permite algunos momentos de humor en unas horas que quedarán para siempre en la memoria de las hermanas de Salvador. Cuando le preguntan si quiere asistencia del cura de la Modelo, pide que llamen a un religioso salesiano de Mataró que fue profesor suyo. El religioso se presentará de inmediato y apoyará a Salvador.

Intentos desesperados por salvarlo

Mientras, en el Colegio de Abogados hay movimientos frenéticos. Luchando contra el tiempo, un grupo de letrados llaman a numerosas personalidades. Hay intentos de contactar con el entonces canciller alemán, Willy Brandt, en el Vaticano (a través del ex ministro de Educación Ruiz Jiménez). Se llama algunas personalidades aventajadas del país. El doctor Joaquim Puigvert, relevante urólogo que había tratado a Franco, es avisado y llama al Palau del Pardo. Más tarde se dijo que si le hubiesen avisado mucho antes, hubiera podido ser eficaz. Son cosas que han circulado con mayor o menor base.

Los últimos momentos

En torno a las 8, se produce un momento de nervios cuando parece que la ejecución se puede avanzar. Es una falsa alarma. Sí es verdad que el verdugo ya ha llegado. Viene de Badajoz y ha empezado a instalar el macabro garrote en un espacio de la cárcel. En torno al centro se ubican fuerzas de policía, en coche ya caballo. Puig Antich mantiene todavía una luz de esperanza. Sabe que mucha gente se ha movido intensamente y al más alto nivel. Quizás no sabe del todo que los intentos más intensos por salvarlo se han hecho demasiado tarde. Esta vez no será como en Burgos 1970, cuando la presión internacional para evitar 11 sentencias de muerte acabaron haciendo retroceder al régimen.

La ejecución

Son pasadas las 9 cuando las hermanas, el salesiano y el abogado son obligados a marcharse. No se les permite estar presentes en la ejecución. Puig Antich es esposado. Es entonces cuando entiende que se han escogido todas las esperanzas. Con rapidez está atado de pies y manos y el verdugo, detrás de él, empieza a dar vueltas con el siniestro instrumento. Pocos minutos después, será el salesiano quien informa a las personas que esperan fuera, entre ellos a varios periodistas, de la muerte de Salvador. Poco después, su cuerpo sería trasladado al cementerio de Montjuïc, donde su familia le daría sepultura al día siguiente. Había nacido uno de los grandes referentes del antifranquismo.