Revuelta de hábitos
Si hemos perdido el norte nos vemos obligados a reeducar nuestros hábitos de consumo alimentario. Vamos directos a las protestas de los agricultores de ahora, que a poco que tengamos memoria sabemos que vienen de lejos. Y de lejos, de fondo, viene también una transformación social, productiva, económica que nos hace ignorantes del ciclo natural, y que llena la despensa de productos que no sabemos ni de dónde vienen. Con la cabeza inclinada sobre el móvil, incapaces de ver más allá de este marco, miopes frente a nuestro entorno, incapaces de intuir que nuestro gesto individual también tiene un impacto. Y si nos gusta comer aguacates, que necesitan un agua para llegar a la mesa, que no sabemos si nos vienen de México o de Andalucía, debemos pensar en lo que supone elegir y comprar un producto u otro. Comprar alimentos de proximidad, y alejarnos de grandes superficies que no les respeten, comprar productos de temporada, ajustados al paladar mediterráneo, más allá del precio, y de la comodidad, haciendo un acto consciente, político si se desea, de la compra diaria . Tampoco se trata de cargar sobre el gesto individual la solución de los distintos males que afectan a los agricultores y ganaderos, porque para ello nos hemos organizado y dotado de unas estructuras de poder político que deben asumir sus responsabilidades. La duda es saber si seremos a tiempo de darle la vuelta. Porque hay muchos elementos que van ligados al mismo daño, desde el cambio climático, con la sequía que tenemos ahora, hasta el despoblamiento, los bosques descuidados, un perfil de fauna desbocada: jabalíes, conejos, corzos, que daña a los cultivos. Y reconectar esos mundos que parecen tan alejados, el rural y el urbano, la ciudad y el campo, el llano y la montaña. Recuperar la cultura perdida, tan ignorantes como somos de aquellos conocimientos que antes nos hacían gente ‘con sangre bien frambuesa para la tierra que me da aliento’, que canta Miquel Desclot, y es que de esa ignorancia hay quien en vivo .