El calendario, una convención humana imperfecta
Este año 1980 tiene una particularidad que no ocurre cada año: el mes de febrero tiene un día más. Es lo que se conoce como año bisiesto, en términos cultos, o año bisiesto, según la denominación popular y tradicional.
Esta anomalía nos muestra que todavía no hemos encontrado –o no hemos querido poner en práctica– una forma de realizar un calendario regular que coincida exactamente con el año solar. Las dificultades y las divergencias vienen de muy lejos, y puede afirmarse que todas las culturas antiguas relevantes crearon su propio calendario, buscando una exactitud nunca alcanzada. La fuerza de un calendario, por arbitrario que sea, es tal, que todavía hoy existen en el mundo muchos calendarios distintos. Recuerdo siempre que un día, en un hotel de Katmandú, me trajeron un diario con el desayuno, y lo primero que me llamó la atención fue la fecha: era el día 1, del mes Baishak, del año 2027. Me impresionó mucho, porque yo, que nací en 1927, me sentí de repente centenario.
Hay algo que ha resistido a todos los cambios de calendarios de nuestra cultura: los nombres de los días de la semana, dedicados al sol, a la luna ya los planetas Marte, Mercurio, Júpiter, Venus y Saturno, con la excepción de los países latinos, que cambiaron el sol por la referencia al Señor, el «dominus». Cuando decimos martes, miércoles, etc., utilizamos todavía unos nombres impuestos por los antiquísimos caldeos; estas palabras son uno de los hilos que nos unen con la humanidad histórica más antigua. Los nombres de los meses son más «modernos» y muestran la típica tendencia aduladora ante el poder: los meses «Quintilis» y «Sextilis», que iban antes del «September» y el «October», fueron renombrados en honor de los emperadores Julio (César) y Augusto.
El calendario gregoriano, un modelo obsoleto
El calendario gregoriano actual –establecido en 1582 por el papa Gregorio XIII, por lo que dentro de dos años cumplirá cuatro siglos– no es suficientemente adecuado desde el punto de vista científico, pero además tiene unos inconvenientes prácticos en relación con las formas de vida de la sociedad actual, la distribución del trabajo, etc. Ya hace tiempo que se habla de sustituirle por otro. La idea dominante es la sistematización: que todos los meses tengan cuatro semanas, que cada mes empiece el mismo día de la semana, etcétera. Se quiere “normalizar” el calendario, vamos. Supongo que tendría beneficios. ¿Se acabaría lo de preguntar “el día 18 caerá en jueves o en viernes?” y esa sorpresa anual de ver qué día de la semana será Navidad, o un santo, o un cumpleaños. Evolucionamos decididamente hacia la perfecta monotonía.
Un año bisiesto y un centenario para recordar
El día 29 de febrero de 1880, precisamente, nació Josep Maria Folch i Torres. Un día excepcional, y por eso decía que él sólo envejecía un año cada cuatro. Este 1980 también es un año bisiesto. Como si el calendario hubiera querido que pudiéramos celebrar con toda exactitud el centenario de su nacimiento. ¿Sabremos aprovechar esta oportunidad? ¿Qué se ha preparado para el día 29? Hago, desde este medio, un segundo llamamiento en memoria de ese nacionalista, que tuvo que exiliarse… y todavía parece que sea en una especie de exilio oficial.