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Una nueva perspectiva sobre el sistema electoral en Cataluña

Introducción

Vivimos en un limbo jurídico, porque en más de cuarenta años no hemos sido capaces de aprobar una ley electoral propia de Cataluña, y esto hace que funcionemos con unas normas en cuanto a la elección de la representación política en el Parlament de Catalunya, y en el ejercicio de las funciones derivadas, que probablemente ya se corresponden poco con los tiempos presentes. Continuamos con el voto presencial, o con un cargante proceso para el voto postal y un ignominioso Via Crucis en cuanto al voto de los catalanes residentes en el extranjero, en la época de las tecnologías y de la inteligencia artificial. Quizás podríamos avanzar en el tema del voto electrónico, siempre que todas las medidas de seguridad se hayan comprobado como ciertas y sin rendijas.

El sistema electoral actual

Tenemos, por ahora, una ley electoral que fue pensada para reforzar el papel de los partidos políticos, que eran ciertamente unas estructuras débiles a finales de la década de los 70 y principios de la década de los 80 del siglo pasado. Esto implicó decantarse por el establecimiento de listas cerradas, donde el elector debe aceptar la totalidad de los nombres, sin posibilidad alguna de incidencia, porque cualquier acción en este sentido condena la papeleta depositada a ser considerada voto nulo. Estas listas cerradas, que imposibilitan elección alguna por parte del elector, coexisten con la ficción jurídica de que el escaño pertenece al diputado o diputada que ha tenido la suerte o ha hecho lo posible para formar parte de una lista. Digo la suerte, aunque formalmente se hayan instaurado sistemas de primarias, porque aquellos que están interesados ​​por la acción política saben cuál es el poder de los aparatos de los partidos y el pan que se le da, a pesar de todas las excepciones que ciertamente alguien pueda alegar.

Una nueva perspectiva

Quisiera destacar que llevamos más de cuarenta años de ausencia de ley electoral propia. Entonces nos encontramos con la chocante situación de que un elector ha sido impelido a votar una determinada lista, completa e impoluta, de acuerdo con sus ideas o como mal menor, vista el resto de candidaturas, pero que si uno miembro de la lista decide abandonar la disciplina del grupo parlamentario al que se había adscrito voluntariamente, por las razones que sea, aquel diputado o diputada continuará representando (supuestamente) la voluntad de sus electores, aunque quienes lo o la votaron consideren que ya no les representa, por las acciones o votos parlamentarios que ejerce, sea por acción o por omisión.

Una propuesta de cambio

En la vida, por lo general, siempre me ha parecido complicado vivir en el terreno de las ficciones, pero en el campo de la acción política todavía me parece más peligroso. Con el actual sistema electoral, si no se está de acuerdo con los postulados y acciones de aquella fuerza política que le ha acogido en sus listas, me parece que haría bien en reflexionar y honestamente dejar el escaño a alguien que sea ​​capaz de defenderlas. Porque siempre he creído que lo que circula por una autopista en sentido contrario, no suele tener la razón, por mucho que él lo crea. Y porque poder felicitarse de observar principios de actuación ética sería reconfortante.

Una nueva visión del sistema electoral

Sin embargo, éste no es el problema principal. Me parece, en este sentido, que debería avanzar hacia un sistema de elección nominal por circunscripción electoral ya dos vueltas. Es necesario que todo el mundo pueda conocer el nombre del diputado o diputada que lo representa, y que éste o ésta sea elegido por mayoría absoluta o suficientemente calificada de sus electores. También me parece que vista la estructura territorial y la composición demográfica que se da en Cataluña, habría que avanzar hacia un doble sistema de representación. Una urna para el escrutinio de circunscripción electoral uninominal, basado en la división comarcal y en la representación de los distritos de la ciudad de Barcelona, ​​y otra basada en una circunscripción nacional única, con listas de los distintos partidos y escrutinio proporcional. Me parece que este sistema mixto favorecería a unos gobiernos más fuertes y representativos y haría que la gran mayoría de los ciudadanos se sintieran mejor representados.

Conclusión

Pero no es la propuesta de un sistema electoral lo que me interesa destacar hoy. Lo que quisiera destacar es que llevamos más de cuarenta años de ausencia de ley electoral propia y que es un tema del que no oigo hablar demasiado, ni llegan muchas propuestas, aunque haya alguna llamarada intermitentemente. Es un tema complejo, que necesita cierta grandeza y abstracción. Grandeza y abstracción son principios difíciles de conjugar en la perspectiva de una próxima contienda electoral. Y dado que hay a menudo…