Un espacio compartido de luchas y esperanzas
En el fondo de una sala que no elige, una madre se encuentra atrapada en un ambiente que nunca ha deseado. Su opción más íntima queda lejos, mientras que la silla más accesible, justo al lado de la puerta, la fuerza a estar expuesta al constante vaivén de otras madres que entran y salen. No busca compañía, pero la necesidad de estar en este espacio le hace sentir vulnerable.
La rutina de una situación desconocida
Cada tres horas, debe volver a ese sitio que la hace sentir incómoda. A medida que los días pasan, observa con frustración cómo algunas madres parecen completar su propósito con rapidez, mientras ella se queda atrás, gota a gota, en un ritorno que le exaspera. Y, sin embargo, se esfuerza por no pensar demasiado.
Conversaciones que no le pertenecen
A su alrededor, las conversaciones fluyen entre las madres, llenas de resultados y pruebas médicas. Ella, nueva en ese entorno, no se siente parte de estas interacciones. Y tampoco quiere. La idea de convertirse en una de las muchas que comparten esta experiencia la hace sentir angustiada.
El peso de las expectativas
La realidad de esta sala es un recordatorio constante de su sufrimiento. Las caras cansadas y las camisetas desgastadas de las madres que le rodean reflejan una lucha que ella no quiere vivir. Se siente atrapada entre su imaginación de una maternidad idealizada y la cruda verdad que observa todos los días.
Una atmósfera opresiva
Su entorno es monótono y opresivo, con un amarillo que, lejos de ser alegre, se transforma en una tonalidad pesada y desoladora. Las paredes del semisótano parecen absorber toda la luz, creando un ambiente que socava su alma. Sin ventanas que conecten con el exterior, está atrapada en un mundo que no quiere.
El desig de desconectar
Bajo esa presión, la madre se encuentra incapaz de hacer una de las cosas que más le gustaban: leer. El simple acto de sostener un libro se siente imposible, con las manos ocupadas en esa nueva rutina. Observa a las demás madres que, con una sola mano, parecen dominar la tecnología, mientras ella se cierra en su silencio.
Preguntas sin respuesta
Su mente está llena de preguntas que no puede responder: ‘¿Ya ha llegado?’, ‘¿Todo bien?’, ‘¿Y tú, cómo te encuentras?’. La falta de respuestas le hace sentir más sola que nunca, atrapada en un laberinto emocional que no ha escogido. Y así, su realidad se convierte en una lucha interna, en la que las esperanzas y los miedos se mezclan en cada instante.