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Lamentablemente, la absurdidad humana no conoce límites

by PREMIUM.CAT

Una reflexión sobre temas incomprensibles

Sinceramente creo que hay temas de los que es mejor no hablar por no darles la importancia y trascendencia que no tienen, pero el hecho es tan esperpéntico, tan grotesco, que no sé dejarme callado.

La estupidez humana y su magnitud

El alcance de la estupidez humana es difícil de medir, pero podemos hacernos una idea aproximada por la incuestionable capacidad de los hombres de inventar y dar volumen a los disparates más colosales.

Hay quienes consideran que la tierra es plana, quienes cada fin de semana hacen avistamiento de ovnis, quienes se empeñan en grabar psicofonías en casas hechizadas, quienes siguen fomentando teorías conspiratorias para demostrar que ETA es la culpable de ’11-M, quienes exploran el Himalaya en busca del abominable hombre de las nieves, quienes argumentan que las pirámides egipcias son fruto de ociosas civilizaciones extraterrestres…

Y, en la cima de la especie de cabeceras, quienes creen en la existencia de la lengua baléà y la sostienen con argumentaciones ridículas, una ortografía anárquica que ni ellos mismos sacan agujo y, en definitiva, sin los conocimientos filológicos ni literarios adecuados (un buen símil sería un escolar que significa la suya sobre la cirugía de tumores cerebrales).

Y que, además, tienen sus acólitos y sus seguidores porque la ignorancia es un pozo sin fondo.

La Corona Española y su falta de criterio

Ahora bien, lo que me parece carnavalesco y surrealista es que la Corona española dé carta de normalidad a las supercherías. Que otorgue el título de real a un grupo de indocumentados demuestra, sobre todo, ineptitud.

Como si nombrara a las fábricas que lanzan residuos tóxicos benefactores del medio ambiente, o proporcionara estatuto de eminentes geógrafos a los terraplanistas.

Pero además de estulticia, dosis de insensibilidad y mala fe. Algo que los Borbones, uno tras otro, han derramado a balquena. Y Felipe VI, siguiendo la tradición y fiel a su estirpe, evidencia, con medidas como ésta, que sabe dar de comer a quien tiene sed y de beber a quien tiene hambre.

Una reflexión final

El hecho me recuerda que Ramón M. Del Valle-Inclán, el inventor del esperpento, remitió un ejemplar de la Farsa y licencia de la reina castiza, sobre Isabel II, al rey Alfonso XIII con la siguiente dedicatoria: «A S. M. el Rey D. Alfonso XIII. Señor: tengo el honor de enviaros este libro, estilización del reinado de vuestra abuela Doña Isabel II, y hago votos por que su no sugiere la misma estilización a los poetas del porvenir».

Alfonso XIII no pudo evitarlo. Como parece que tampoco lo va a evitar Felipe VI. Ahora sólo le falta otorgar el título de real al grupo de capadores de lagartijas.

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