La Crónica de la Desolación
Veintiocho de los 43 hombres que iniciaron su viaje en cayuco el 15 de diciembre desde Nuadibú (Mauritania) hacia Canarias, probablemente hacia El Hierro, perdieron la vida debido a la sed, el hambre y el frío en el Atlántico. Este episodio se convierte en la última tragedia del peor año registrado en la Ruta Canaria.
El Significado de las Cifras
En los expedientes de extranjería, cada cayuco recibe un número que le identifica, asignado por la Policía. La burocracia destaca esta fijación con los números, desde la salida hasta la última despedida, más allá de cuántos salen o llegan. Entre las lápidas recientemente colocadas en los cementerios de El Hierro, surgen inscripciones como tripulante 1, inmigrante k 2, inmigrante F01 o simplemente F-08 y J-15, junto a una fecha.
Las Historias Omisas
Detrás de estas cifras, se encuentran las historias de los hombres que iban a bordo del cayuco, muchos de ellos jóvenes de Mali. Su tragedia, pese a no ser única, ilustra el destino de las diversas pateras y cayucos que desaparecen sin dejar rastro en el Atlántico, como describen los informes de Naciones Unidas.
El Reencuentro Inesperado
A las 13:40 del 30 de diciembre, las vidas de Abdoulaye, Bacary y los demás se cruzaron con las de los tripulantes de un catamarán turístico a 315 kilómetros al suroeste de El Hierro.
Era el catamarán Knot Working, de Soul Sail, una empresa alemana que organiza travesías de placer desde Europa hasta el Caribe (entre otros lugares) a unos 3.000 euros por cabeza, casi la misma cantidad que muchos jóvenes africanos pagan por un puesto en una patera (informe de UNODC sobre la Ruta Atlántica de 2022).
La alerta del catamarán informaba sobre un cayuco a la deriva con una docena de personas muy débiles y tres cadáveres (más cinco se descubrió más tarde). Salvamento Marítimo movilizó a sus helicópteros en Canarias para rescatarlos.
El Naufragio de la Tecnología
Los supervivientes del cayuco 115 bis experimentaron una serie de contratiempos, iniciados con el fallo de su navegador GPS en los primeros días de travesía, cuando perdieron la referencia visual por devolver. Además, la ruta directa hacia El Hierro se convirtió en un calvario.
Con agua y gasolina sólo por cinco días, su situación se volvió desesperada desde el pasado 20 de diciembre. La falta de bebida y combustible, sumada a las corrientes y el viento que les empujó hacia el oeste, provocó la muerte de 23 personas en diez días.
La Set y la Deriva
La sed fue su peor enemigo. Veintitrés personas murieron de siete, algunas arrojadas al mar por sus compañeros de travesía mientras todavía tenían fuerza. Otros cayeron al agua y no pudieron volver a bordo. La deshidratación dejó una impronta clara en los cinco cuerpos recuperados el pasado 3 de enero.
Con la incertidumbre de cuándo y dónde se quedaron sin gasolina, la deriva del cayuco fue rastreada en los expedientes de rescate, revelando un desplazamiento de 118 kilómetros hacia el suroeste en cinco días. Los supervivientes, desorientados, lanzaron incluso un ancla flotante para frenar la deriva.