La Promesa de una Vida Mejor
Eudald se prepara para afrontar un último viaje al banco, cargado con el miedo a lo inevitable. Su motivación es clara: su difunta esposa, Rosita, le pidió que nunca se quedara sin un techo. Con estas palabras grabadas en su mente, Eudald se dirige hacia el entorno que tanto temor le provoca.
Un Momento de Reflexión
En medio del camino, el peso de su realidad le resulta insoportable. De repente, sus piernas se niegan a continuar. Se sienta en la acera, el frío del suelo le aporta una sorprendente sensación de calma. Con los ojos cerrados, se siente observado, pero no le importa. En ese momento de vulnerabilidad, prefiere que le confundan con un hombre caído, no con uno que ha perdido su batalla.
Un Nuevo Comienzo en el Hospital
La ambulancia le transporta al hospital, y, en vez de luchar contra su situación, Eudald se ofrece a ver la vida desde una nueva óptica. Su experiencia en la calle le ha dejado con una tranquilidad que no había oído en años. De hecho, la idea de la muerte ya no le asusta, sino que la libera de angustias.
La Comedia del Tanatorio
En el tanatorio, Eudald asume su rol con una naturalidad sorprendente. Se imagina que, si abriera los ojos, sería un acto de falta de respeto por aquellos que se preocupan por él. Sólo cuatro viejos, amigos suyos de las partidas de cartas, se encuentran. Eudald se sonríe interiormente, pensando en cómo ellos han sido sus compañeros en esta vida.
El Momento de la Verdad
La ceremonia de entierro se acerca, y una idea atrevida crece en su interior: ¿por qué no hacerse el resucitado? Pero antes de que pueda hacer nada, el sonido de la tierra golpeando la tapa del ataúd le hace reflexionar. Acepta su suerte, recordando la promesa de Rosita. Su tranquilidad se convierte en una forma de libertad, una que nunca había imaginado que iba a encontrar.
Una Nueva Perspectiva
Con una sonrisa en los labios, Eudald se reconcilia con su destino. No está solo y, de hecho, no se ha quedado sin techo. La idea de vivir sin la presión de perderlo todo le hace sentir en paz. Con cada pensamiento, recuerda que el verdadero techo no es un techo físico, sino el recuerdo del amor que le guía.